Ahora estamos en dos blogs...




LOS COMENTARIOS ANIMAN A LA SEÑORITA ESCRITURA








lunes, 14 de noviembre de 2011

Sobre cosas importantes


Me preguntaba mientras fumaba varias cosas importantes. Era una situación algo cómica. Imaginad uno de esos bares repletos en los que la gente compra alcohol barato, en grandes cantidades por supuesto, y de pronto habla de otros momentos que sucedieron, pudieron suceder o sucederán. Un lugar sucio y pegajoso, con cajas llenas de botellas vacías como complemento, y cuartos de baño con peligro de convertirse en piscina con el transcurso de las horas, los intentos de venderte mecheros, llaveros y calcetines. Allí donde la música la crean los brindis y los vasos rotos, donde a veces se cuela poesía entre grito y grito.

Ella me preguntaba cosas importantes, y eso que solo bebe cuando fuma y fuma cuando quiere descoser sus convicciones aprendidas, es como un ritual. Para charlar de filosofía ni café ni té; mucha nicotina y alcohol barato. Movía las manos, me daba la impresión de estar meciendo muchos hilos, como intentando equilibrar cada una de sus palabras.

Se encendía otro cigarrillo tirando el humo hacia arriba con mucha clase, y seguía haciendo preguntas importantes. Nunca me dejaba tiempo para responder, aunque no hubiera tenido nada que decir. Cada día que pasa me desconcierta todo un poco más. No sé si me pasa solamente a mí, pero yo ya no aprendo nada, solo hago que no entender el mundo que piso. Los de la mesa de al lado comenzaron a subir el tono más de lo habitual hasta que un puñetazo intentó zanjar el asunto. ¿Conclusión? batalla campal y sálvese quien pueda.

Despedida rápida y último cigarro en su portal. Se acaban las preguntas importantes, se termina mi papel en esta película. Supongo que dentro de un par de meses se comprará otro paquete de tabaco, reunirá algunas monedas y a la hora de ahogarse en todos sus charcos, vasos, vidas, trabajos y pasos diarios me volverá hacer preguntas. Preguntas sobre todo lo que nadie entiende. Sobre la vida y las miradas. Sobre cosas importantes.

RODRIGO.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Nunca, siempre y pasear; de cualquier mano.

Nunca aprendía a no temblar, era una puta manía, o maldición, o como quieras llamarlo. Al encontrarme a Mariola mi vida entera temblaba, se sacudía, a veces moría, no lloraba por no llamar la atención.

Era de noche y los saludos me mataban, era muy absurdo, pero solo se me ocurría pasear. La distancia con ella creaba nostalgia y lástima , me sentía como un coche rodeado de camiones y aunque esta comparación suene estúpida, me quitaba ganas y trozos de vida, poco a poco, lentamente, como una sinfonía de Bach; fuerte y débil, definitiva...

Llegué a casa y me puse a escribir, iba borracho, como colofón a mis circunstancias; que vivan los poetas torturados y desplazados, con vino y declaraciones sin respuesta a las farolas, hablar por hablar mientras callo, llorar por llorar. Así me encontraba yo; solo y más solo, rodeado y mas solo, gritando y más solo todavía.

Londres estaba oscuro, y eso que está lleno de farolas y de bares abiertos 24 horas, a mi todo eso me daba igual. Si me hubieran regalado un color, si a Jorge le hubieran regalado alguno hubiera sido el gris, sin duda alguna, si mi alma compitiera a ganar arco iris no hubiera tenido ni una oportunidad. El gris, como ya sabes está pasado de moda; es como los pantalones de campana, o mis palestinas de colores, o mis ojos rojos o verdes o marrones según mis espejos anticuados.

Llegué a casa y continué escribiendo pensando en ti, sin Mariola ni caídas, intentando dar un paso grande entre tinieblas, no es fácil ¿sabes? Caer es demasiado común en mi vida, te sorprenderías si vieras todas las veces que me estampo, nadie me sujeta, y duele, y ni los pianos me anestesian... es dolor puro, si rabia, es dolor de alma, de violines rotos, de gritar.

Exclamé un yo solo quiero, una y otra vez, y la pereza y sus amigos Quique Gonzalez y Andrelo me apagaron el alma y me susurraron al corazón. Así logré la calma, así y con canciones del árbol de la vida. Mallick me reconforta, otras maneras de ver el mundo me tranquilizan, mecen y planean.

Y con calma y con suspiros busqué a la rosa que el principito protegía, no sabes lo que me aturde ese libro, ni mil pozos ni serpientes, logro volar y ver más allá. Y Sarah Chang y su Vitali Chaconne; que viva ella y sus ganas de transpasar fronteras.

Fumaba, fumo, me voy al presente. Como mi lámpara media rota y mi tercer cigarro, me encantan los comienzos sin remiendos. Recuerdo historias que nunca supieron empezar y me apuesto a mi mismo lo que sea por saber administrar principios. Siempre los principios, las fotos, los encuentros, las miradas, mi buena suerte por andar y no caerme, mis ganas de sonreír sin pagar nada a cambio.

Suena ella, de nuevo un violín con cuerdas afinadas, sin tantas lágrimas ni cartas llenas de veneno, un principio y una mano que me acompañe, siempre una oportunidad para el chico de la barra que fuma y escucha las canciones tristes o hermosas. Siempre un siempre. Y espero que después de todo esto, y aunque no me lo merezca, siga viniendo otro siempre.


RODRIGO.

viernes, 26 de agosto de 2011

El callejón Croce


Bajo caminando por el callejón Croce. Cuento mientras silbo unos cincuenta garitos, cada uno pintado de un color, suenan cincuenta canciones distintas; se respira jazz, se engrandece el blues y se saborea el rock and roll, del bueno, puro, sin rabia.

No soy músico, quizá un futuro soldado musical de cerveza en mano y sombrero inclinado, nada del otro mundo. Solo es un quizá, por ahora mientras me dejen vagabundear por el callejón sin decirme nada ni ponerme mala cara no hay ningún problema, es un buen trato; yo alimento a mi alma y a cambio ellos tienen a un posible soldado callado, discreto y con ganas de aprender el oficio, gran consumidor y en ocasiones agradable conversador.

Lo de convertirme en soldado es una manía que tengo desde niño, está relacionada con la persona que me enseñó casi todo en este mundo, pero es una historia que prefiero dejar para otro momento. No quiero aventurar ni estropear nada, ni soy adivino ni lo pretendo, así de simple.

Lo más importante es que hoy tengo una entrevista con un tal Max en el garito mas lúgubre de todo el callejón, el lugar en cuestión se llama Tin y esta un rincón maloliente y mal iluminado; llevo bermudas, camiseta, mis ray- ban, unos nervios increíbles y obviamente he llegado cinco minutos antes para intentar causar buena impresión.

Estoy aquí simple y llanamente porque me han dicho que si quiero avanzar algo en este mundillo solo puede ser a través de él. Me da algo de miedo, porque aunque tengo mis contactos y además son muy buenos, de enemigos no ando muy escaso y nunca se sabe muy bien cuando van a tratar de tenderte una trampa, yo por lo menos nunca me entero, cada cual tiene sus habilidades.

Ya habrá tiempo para contar mis líos y aventuras, aunque por supuesto y de antemano me declaro inocente de casi todo lo malo que se diga por ahí en mi contra, de algo supongo que tendré la culpa y quiza sea discutible e incluso admisible, creo que es algo inevitable. Pero que me tumben sin pelear no es una circunstancia que considere, sinceramente.

Carraspeo, me intento alisar la camiseta, enciendo un cigarrillo y me acerco a la barra preguntando por Max. A cambio nadie me hace ni caso, genial, es un gran comienzo. Me encantan los comienzos. Humo y pensamientos.

RODRIGO.

viernes, 22 de julio de 2011

NEW YORK: metro y niebla

Basado en un momento real:

Me gusta que estés a mi lado. No creo que entiendas ni una palabra de lo que estas mirando, porque aunque parece que no me de cuenta se que me miras de reojo, tu libro de Tarquin Hall sigue por la misma página, casi invento tu nombre, hoy no soy valiente.
Tienes las uñas pintadas de rojo, algo descoloridas, y un anillo con forma de mariposa, plateada, que en cualquier momento parece que vaya a echar a volar. Sigues mis dedos, mis teclas, mis latidos. Allá de donde vengas; suenas como el mar," you sounds like the sea", lo he puesto en inglés, quizá ahora mientras continuas mirando lo entiendes, puede que no. No notas mi sonrisa, solo el vacío que desaparece en la pantalla con cada una de mis palabras, esculpidas y derramadas. El caso del hombre que murió riendo, así se llama el libro que lees, lo he traducido, a saber como lo he hecho, aunque este nombre resulta bien bonito.

Pulsera marrón, pelo negro, sandalias blancas, falda vaquera, blusa azul, todos ellos comandados por tu mirada, NUEVA YORK. Y tu intentando descifrar el castellano, quizá lográndolo o imaginando mis palabras en tu oído izquierdo, que sean susurros solamente depende de ti. En tu mano izquierda sostienes propaganda, yo tengo los bolsillos llenos, resulta que me gusta echar un vistazo cuando me preparo y me da por matar ratos. ¿En qué piensas y en qué bailas? ¿viajas siempre en metro o prefieres las aceras? ¿vives aquí o solo estás de paso?

Se que desaparecerás junto a tu reloj con forma de flor de loto que cuelga fascinado, mecido y aturdido de tu cuello; tienes un porte fino y elegante, pareces un cisne de papel capaz de surcar todos los cielos, me recuerdas a una escena del viaje de chihiro; la mente y esas cosas. Sigues sin pasar de página pero yo me tengo que bajar aquí... Cerca del agua, como tus maneras y sonidos, como el beso que darías si esta ola supiera yo romper ¿Sabe usted señorita? Hoy en Cony Island se camufla la niebla, y asi jugar, encontrarnos con las manos y los ojos cerrados.

RODRIGO.

martes, 21 de junio de 2011

El posets


  
Jamás pensé que mi imaginación fuera capaz de subestimar de una manera tan escandalosa a una obra de la naturaleza inmensa, hermosa, silenciosa y blanca. No creer en mirar hacia abajo y recordar que a veces vale la pena subir hasta las nubes, para bajar unas cuantas horas más tarde a la tierra donde habitan todos los mortales.


Escuchar el silencio y hacer marcos y fotos con las manos.
Como echar a volar sin alas y buena compañía.

RODRIGO.
                                                      

lunes, 6 de junio de 2011

Como una pequeña botella varada en la orilla


No le importaban las miradas, los comentarios o los insultos. Desde hacía tiempo todo eso había perdido todo el sentido. Odiar por odiar o vivir acostumbrado a encogerse de hombros no tenía ningún significado.

Desde el principio todo el mundo había fingido indiferencia; fingido seguro, sufrido quizá, depende de cada uno de los pacientes y su droga. Aunque todos nos equivocamos más veces de las que acertamos, reflexión, desencanto y nuevas botas para seguir caminando; por caminos de tierra, cemento o aquellos pocos transitados, el truco es seguir caminando. Cada cual a su manera ofreciendo la mano a las personas buenas o malas que uno pueda, quiera o descubra.

Siempre había sabido que todos aquellos que esperaban con la piedra en la mano ante cualquier fallo eran jueces crueles y sin autoridad. A él nadie podía decirle, y menos explicarle, que si le gustaba el blanco no podía ponerse una camiseta negra de vez en cuando. ¿Qué tiene que ver la libertad a la hora de pensar con las maneras, o la ropa, o la compañía?

De vez en cuando se sentaba a solas en su escondite rodeado de agua; soledad y buenos compañeros musicales; antes, solo sabía escapar de aquella forma mientras garabateaba versos sin sentido en su libreta azul.
Ahora, subido a aquella pared de la plaza y mientras asumía esas circunstancias, todo lo demás no importaba. Había gargantas que le apoyaban, manos al aire y ganas de algo distinto, una elección, quizá una pequeña victoria para las almas.

También pensaba en ellos, aunque por una vez de una manera noble y digna, quizá nadie le creería jamás, puede que ni él mismo, pero (siempre hay uno) por por un instante y estando muy concentrado había logrado ver corazones resplandeciendo alrededor de todo el planeta; viviendo y pensando, cayendo y avanzando. Quizá otro mundo si que era posible.

Pero al final, como muchas historias, parece ser que todo se rompió, como una pequeña ola, como una botella que se queda varada en la orilla; retrocediendo y chocando contra la orilla una y otra vez.

Rodrigo.

jueves, 19 de mayo de 2011

La farola rota; sin nombre ni identidad.


Porque me gusta verte pasar, andar, fingir elegancia y demoler aceras. De rojo, blanco, amarillo o colores imaginarios; mientras seas tú, las luces del techo parpadean asustadas.

Hiere, calla y déjame tranquilo. Como siempre hieres pero con caricias. Mátame con la mirada, algunos cuchillos oxidados están pasados de moda. Ni antifaces ni armaduras; que se prohíban por un día los recuerdos salpicados de pasado. No me pases todas tus dudas; resulta que a mí, el que dirán, últimamente me parece un cuento chino y me da bastante igual.

Ni soledad ni canciones escuchadas con la luz apagada; todos saben que los versos bonitos están fabricados por bonitos poetas; con suerte, esos hoy no me sirven, duermen tranquilos y a gusto, sin latidos irregulares ni sobresaltos.

Necesito que hoy me atraquen tus lágrimas, tus latidos, gritos e impertinencias. Déjame beber y asumir todas las culpas; tuyas y de quien sean; aunque sean regadas con sal o aliñadas con metralla. Brindar por el silencio al que nunca conocí, por las batallas que perdí sin enterarme y los trenes construidos sin memoria donde te dibujé como pasajera; por ser protagonista, guionista, productora y cómplice en sueños imposibles y tragedias.

Sin despedirme ni acordarme. Porque escribo sin saber si para alguien tendrá algún sentido, preguntándome sin parar sí al disparar con los ojos cerrados alcancaré en pleno pecho a algún objetivo. Un comentario que intenta responder a las letras como si solo fueran simplemente formas o bailes pactados; olvidando al corazón y a todos (que son millones) sus jodidos sentimientos.

Sueño con un violín que pare el tiempo y congele tus ojos marrones, y así hablar con ellos, susurrarles todo lo que queda; mecerlos, convencerlos, secarlos, mimarlos; y aunque odie los quizá y jugando a una apuesta arriesgada, aprendérmelos y para siempre, PORQUE CREO QUE A VECES EXISTE, quererlos, si, así, sin más, aunque pueda perder y caer profundamente, hasta que nuestro abrazo aguante.

RODRIGO.

viernes, 6 de mayo de 2011

El poeta


El poeta se paró en seco, cogió todas sus libretas, borradores, artilugios y servilletas de papel y las tiró a la basura, con ganas, clase y alevosía. Recorrió con calma el dial de la radio hasta sintonizar máxima FM y se puso a bailar como nunca antes había bailado.

Por una vez arrancó fotos y poemas de su corcho y dejó a su corazón tranquilito en su casa, con unas cañas bien frías, un pitillo liado con maestría y un disco de reggae. Hoy y para siempre el mundo si que es suficientemente grande para los dos, o los tres, o para todos los que haga falta.

Salió de casa y tomó aquellos caminos que una vez se había jurado no volver a tomar. Recorrió portales y recuerdos, y aunque olvidó todas las armaduras en casa, ninguna bala ni palabra logró alcanzarle, ni siquiera rozarle, ni acariciarle…

El poeta se paró en seco y decidió ponerse en huelga de nostalgia y tristeza. Rechazó las pausas y latidos, y con mano dura, arrancó todos los nudos que a lo largo de los años la tinta negra había edificado en su alma. Ni reproches ni fracasos, ni soldados ni princesas; mejor garitos y torneos de cerveza.

Por una vez el poeta se relajó, se rió de todas las caidas y sus piedras y no pensó en nada; solo en blanco, o quizá un poco en verde.

Salió de casa cargando solo con las cosas buenas y dejando en la cuneta a todas las malas; con mordaza y cadenas incluidas, hay que ser precavido, por supuesto.

El poeta se paró en seco y contó las monedas que tenía en el bolsillo. Un tren, o quizá un autobús, o puede que una bicicleta amarilla y robada. Daba igual, no había interferencias, no había desastres ni promesas lanzadas al viento. Bailar bajo la luz de la luna, en cualquier lugar del mundo, inventar historias, plazas y sueños; avanzar, observar, regalar, CREAR.

RODRIGO.

jueves, 14 de abril de 2011

La sensación


Al chocar dos olas con todas sus fuerzas, después de haber recorrido multitud de años, experiencias, caídas y malos recuerdos. Una de las dos tiene que caer y desaparecer bajo el poder de la otra.

La tarde del catorce abril de 1878 comenzaba a pintar sombras, cuando María descubrió que llevaba treinta y cinco días llorando sentada en las rocas de la playa. Siempre se sentaba a treinta y cinco pasos de la orilla del mar, era una costumbre bastante extraña, pero alguien le había dicho alguna vez que esa era la distancia que separaba al amor de la locura; y para ella había sido una gran explicación digna de una tarde de reflexiones y poetas con gafas de sol.

María antes escribía cartas sin parar. Adoraba los folios de colores y ocultar palabras dentro de cada uno de sus textos; cuando las palabras no duelen es impresionante jugar a ordenarlas, marearlas y saborearlas.
Echaba terriblemente de menos el sentimiento de paz. Tumbarse en la arena, en la hierba o en un tejado a observar el mundo pasar sin tener nada más en cuenta; pero eso ya no sucedía desde hacía tiempo. Y lo lo más desconcertante y molesto era que María no sabía muy bien porque su paz había hecho las maletas y se había largado a otro lugar sin previo aviso, despedida o consideración.
Un día María se levantó con cara de pocos amigos y todo lo demás fueron preguntas del tipo - ¿te pasa algo? , ¿te encuentras bien?- y respuestas simpáticas como - déjame un poquito tranquila, o, bueno,  aunque no te importe demasiado voy sobreviviendo que ya es bastante-. Aquel día fue un triste principio, y la comprobación de que supuestamente María tenía de todo, pero en realidad no tenía de nada. Había jugado tanto a contentar a los demás que al final había olvidado aprender todas las cosas que su alma necesitaba para no quedarse gris y pachucha.

Por eso el mundo se derrumbaba y sus lágrimas perfeccionaban su caída lentamente, poco a poco. Los bailes solo sucedían en lugares lejanos y los carruajes mataban al silencio, al rugido de las olas y a las brujas con paraguas...
María comenzó a dejar de fingir que sonreía, porque además, siempre había sido una actriz bastante pésima, y para fingir ya había demasiadas personas deambulando por el mundo. Dejó también de peinarse, de quererse, de mimarse, de aconsejarse y de cuidarse. El tiempo se sumergió y María junto a sus rocas y el mar desapareció aparentemente del mundo.

¿Habría perdido o recuperado la cordura?

Treinta y cinco días después una guitarra desgarradora la sacó de su escondite. El sol comenzó a brillar con más intensidad que nunca haciendo nadar a las gaviotas y volar al agua cristalina.
Por ahora el mundo entero respiraba, se despertaba. Y agitándose y temblando María se giraba mientras la voz que acompañaba a esa guitarra comentaba.
  • Cuanta paz se respira hoy por aquí, ¿verdad?
  • Eso parece -respondía María-  Por cierto ¿Cómo te llamas?
  • .....

RODRIGO:

viernes, 8 de abril de 2011

Bailar

  • Me muero de ganas.
  • ¿De ganas de qúe?
  • Pues de bailar contigo, a veces haces cada pregunta...


RODRIGO.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Día de regalos

Te regalo una guitarra que siempre tocará bien, acompañada del sonido de un piano de marfil y un violín con forma de sauce. Para que cantes al olvido y lo domestiques hasta hacerlo tuyo

Te regalo el cielo y sus estrellas amarillas, sus galaxias, sus planetas, sus suspiros. Para que bailen a tu antojo y con tu dedo puedas dibujar corazones con forma de libros de misterio, en forma de labios que siempre besarán bien.

Te regalo un pincel con la forma de tus caderas donde puedan dormir los artistas moribundos, con el que puedas pintar alegría espumosa y sonrisas bien decoradas.
Para que pintes bailes de mascaras venecianas, gondoleros amables, canales sin final, amaneceres en el día, atardeceres en la noche, y abrazos guapos aunque mal disimulados.

Te regalo un bolígrafo bic azul con acabados en sueños imposibles. Para que escribas sobre lo que nadie jamás pensó, para que escribas sobre ti y tus viajes, tus actuaciones y aplausos, tus pausas y latidos, tus días maravillosos, tus andares demoledores, tus susurros encantadores. Para parar el tiempo y pintar todos los ojos rojos del mundo de color azul.

Te regalo una almohada con puños cerrados de rabia. Blanca, gris, negra, amarilla y VERDE.
Para que al apoyar tu cabeza en ella el racismo caiga en el olvido, la pobreza se convierta en dicha y la rabia sea sustituida por abrazos aparentemente pactados.
Para que flotes y mires hacía abajo con gesto burlón a las almas con peso de ignorancia, como la mía.

Te regalo una plantilla con la palabra PERDÓN, para que mis errores no parezcan tan graves y tan repetitivos. Y una piedra gigante con aspecto malvado para que puedas entender porque siempre tropiezo en el mismo sitio, y por mucho que admita que aprendí a saltar con los ojos cerrados sepas que probablemente me caeré haciendo mucho ruido.

Te regalo mis manos, mis años, mi cocina, mis cuadros mal pintados, mis fotos en las que sale mi pasado y mi alma turbada.
Te regalo mis bufandas, mis zapatos, mis libretas mal escritas, mis tesoros no enterrados, mi arena de desierto y mis cartas perfumadas.

Te regalo mis temblores y miradas, dos sonrisas tiradas a medias contra tus cimientos y maneras. Un beso con sombrero en la mano y uno apasionado bajo cuatro gotas frías asentadas en tu portal. Tres bailes agarrados y treinta y cinco ataques de risa de esos que no tienen explicación ni remedio.


RODRIGO.

martes, 22 de marzo de 2011

La caja


Guardada en un armario de mi habitación tengo una caja de zapatos medio rota que me da miedo mirar.

Aunque aquel día iba a estar tatuada en el cielo la luna más grande de los últimos dieciocho años, y aunque el día mundial de la poesía se aproximaba, nada había cambiado. La vida seguía dando lecciones a base de palabras huecas. Y supongo que a fuerza de ver cosas una y otra vez las íbamos haciendo propias e incluso normales.

Ya no me molestaban los autobuses rojos e incluso podía rescatar algunas canciones que antes me ataban el estómago de cuatro maneras diferentes. Ya daba igual dejar de escribir cartas en mi mesa de madera blindada, ni significaba nada escribir historias de ficción en un aeropuerto de Amsterdam, o Londres, o del fin del mundo.
Había olvidado imaginar lugares; viajes y bastones, robos y sombreros.

Me despisté a la hora de escribir canciones mientras las iba escuchando, y creo que me robaron ese pequeño don que tenía para descubrir tristezas e intentar remendarlas. Ya no supe regalar aviones de papel ni escribir pequeñas notas que lanzaba al viento dirigidas hacía alguna ventana. Quedaron muy lejos esos momentos en los que cada cosa que rozaba mi alma me susurraba un futuro baile, o un regalo rodeado con un lacito rojo. Y por si fuera poco, ahora utilizo paraguas y tengo a mi pobre ventana algo olvidada.

Se murieron mis ganas nocturnas de playa, y me comenzaron a molestar las hojas marchitas que los arboles tiraban al suelo intentando borrar el color gris de las aceras. Me caía si intentaba caminar leyendo por la calle y se me trababa la lengua si me daba por recitar versos de mi amigo Gustavo, como si a veces fueran mios. Perdí muchas novelas a cambio de risas en la televisión, para dejar un poquito en paz a mis neuronas y sus consecuencias. Opté por no perderme, para no repetir la tarea de encontrarme y llevarme sorpresas al situarme frente al espejo.

Aún así, no me hagáis demasiado caso. Resulta que de vez en cuando, cuando voy a buscar algunas cosas que no se donde he metido, me topo con un pequeño armario que custodia una caja. Y entonces me pongo a bailar, a recordar y a sonreír ( cada vez en un orden distinto). Y se me ocurre que, si en realidad recuerdo y recito todo aquello que olvidé hacer, es simplemente porque me falta práctica y entrenamiento, detalle que con tiempo se supera.

Porque como alguien me dijo alguna vez : La vida da muchas vueltas. Y como ahora digo yo: y tendremos que estar bien preparados, para lograr escuchar a través de tanto ruido.

Guardada en un armario de mi habitación tengo una caja de zapatos medio rota que me da miedo mirar


A tí, que hoy es un gran día para sonreír.


RO.

martes, 15 de marzo de 2011

La vacuna...


Mientras una bicicleta pasaba gobernada por una melena recogida por dos bolis bic, un guerrero manchado de barro y lágrimas cedía, se rendía y se perdía. No le hizo falta firmar ninguna nota de despedida, tampoco jugó a contar cubatas vacíos ni a decorar humo respirado por amistad, elegancia y sonrisas.

Simplemente vació todos sus escondites de recuerdos, hizo esa llamada y desapareció del mundo. Cien noches sin batallas, sin escudo; como una operación a vida o muerte, como la lenta canción que siempre le acompañaba en sus largas caminatas y caídas. Que más daba la forma; vacuna, bisturí o infusiones bajo la luz de la luna. De todas maneras, cien noches después, nuestro guerrero al despertar ya no recordaría nada; ni canciones ni rencores...

Y un tiempo después...

Me desperté amarillo, o verde, o de un color nuevo; creo que eso es lo de menos. Al fin y al cabo había logrado despertarme después de una de las mejores noches de mi vida. Y excepto el color y dolores extraños estaba entero, contento e hipnotizado por abrazos, guiños y promesas.

Recuerdo que había nombres falsos, un vip robado con elegancia y... cosas que un caballero, no, mejor dicho; cosas que un mago no puede revelar.
Era domingo y no comía en casa; así que con mi chandal de los domingos, una camiseta verde y mis gafas resacosas (gran modelo de gafas) me marché a disfrutar del sol, la buena compañía y sobre todo a una especie de investigación al puro estilo C.S.I para rellenar lagunas de veladas anteriores.

Todo empezó como tiene que comenzar; metiéndonos todos con alguien por culpa de otro alguien. Pidiendo cañas bien frías para revitalizar el cuerpo y brindando por las amistades eternas y la ironía de la vida; siendo puta, mentirosa, engreída o a veces maravillosa.

De todos los bocadillos que pedimos el mío siempre es el peor; seguro que todos piensan lo mismo, seguro que todos vamos a alardear de lo bueno que está aunque no lo creamos. A continuación, guerra sin espada por decidir si cuenta o café; hoy ha ganado el café, aunque en parte la batalla ya estaba decidida desde anoche, quizá por culpa de los enemigos de la cafeína.

Y entonces ocurre, se detiene el tiempo y todos miran a una bicicleta gobernada por una melena recogida por dos bolis bic. La gobernadora pasa por nuestro lado y creo recordar que suenan violines, pianos de marfil y trompetas de oro.
Todos me miran y yo sonrío; estoy encantado con la visión que acabo de tener. Continúan mirándome y una mosca que revolotea a mi alrededor me avisa de que algo extraño está pasando.
  • ¿Qué pasa? -digo-
  • ¿Estás bien? -pregunta uno-
  • ¿A qué te refieres? -respondo-
  • ¿ Te sientes diferente? -comenta un segundo- ¿Qué te ha parecido la chica de la bicicleta?
  • Bueno, era guapa, realmente guapa, ¿la conocéis?
  • Vaya, - dice un último- si, la conocemos, bueno, la conocíamos.
  • Por lo visto la vacuna ha funcionado -oigo que cuchichean los dos primeros-
  • ¿Qué vacuna?
Y los cafés en la mesa hacen que olvidemos el tema. Los violines se marchan. La gobernadora nunca sabremos si miró atrás, si escuchó música, canciones, latidos acelerados u olas romper.

Pasados cien minutos el cielo comenzará a nublarse y a gritar. Y un árbol que se moría crecerá; demostrando al cielo que todo es posible, aunque nadie apueste por ello y a veces las hachas dominen el mundo.

RODRIGO.

martes, 8 de marzo de 2011

Lucy...


Al principio Lucy funcionaba al revés porque funcionar al revés en realidad es la manera correcta de funcionar, pero muy pocos los saben, muy pocos consideran que Lucy sea un ejemplo a seguir.

Después...

Lucy malvivía en bares sin aire acondicionado y fumaba un cigarrillo sin boquilla tras otro en esquinas poco iluminadas. En su mesa siempre se veía un cenicero lleno de colillas, un libro sin nombre mojado por sus lágrimas y un café frío como sus latidos. En su brazo izquierdo, a la altura del hombro, se podía cotemplar un tatuaje con forma de delfín encerrado en una piscina, como si Lucy hace demasiado tiempo hubiera sido libre y algún ser sin escrúpulos la hubiera mandado encerrar para divertir a otros.

Los ojos de Lucy estaban tapados por unas gafas ray-ban antiguas. Su pelo estaba suelto y le llegaba casi hasta la cintura; dibujando olas y recuerdos de varios tonos y colores. Sus uñas estaban pintadas de rojo, cuidadas, precisas y elegantes. Y a veces por la comisura de su boca se veía una lágrima color rimel caer y jugar a chocar contra el suelo; adivinando tristemente que su alma sonaba como un sonajero roto.

Lucy no llevaba sombrero y no necesitaba ayuda para andar. Tenía una voz dulce como la miel, y eso que solo se la oía al pedir un café o al reclamar con un susurro que se quitara alguna canción que la hacía recordar demasiado.
Me aprendí sus horarios, sus idas y venidas, la pausa de sus cigarros y su marca, sus canciones prohibidas, el reflejo de sus ray-ban y las curvas de su vestido.
Jamás me aprendí a Lucy, si es que se llamaba así. La gente contaba historias sobre ella; y todas ellas recordaban la decadencia de una gran dama, una dama que seguramente hubiera brillado y demolido aceras en otra época y lugar.

Una tarde cualquiera tocaba Quique González en un garito perdido de mi ciudad (que es la ciudad del viento) y acudí con mis compañeros de conciertos que por privacidad prefiero no nombrar. Nos sentamos con nuestras respectivas cervezas y al girarme por inercia hacía la esquina mas oscura de aquel garito mis ojos se encontraron con otros que no dudé en reconocer. Era ella sin sus ray-ban y no estaba sola: Estaba con un muchacho que rondaría mi edad y ella sonreía mientras le agarraba la mano y jugaba a tocar sus pies bajo la mesa.
Al volver a mirar unos segundos después para asegurarme de todo aquello, la estampa cambió: Ya no se veía aquella situación tan bonita. En su lugar solo estaban Lucy, sus gafas, su libro, su café y su cigarrillo.

Al comenzar el concierto Lucy se levantó dejando un charco de lágrimas a su paso, dejando una moneda oxidada, y dejando un fragmento de sueño roto. Sonaba una guitarra, sonaba una voz desgarrada, sonaba de haberlo sabido.

Lucy aún no sabía ser fuerte.

RODRIGO.

Para todas las Lucys, que siempre aprenderán a ser fuertes.

lunes, 28 de febrero de 2011

los vagabundos, borrachines y soñadores


  • No sabría explicarlo – comenta Luis – pero joder, esto es muy familiar, ¿no te parece?
  • A mi me recuerda a los partidos del cole donde jugábamos cuatro o cinco clases juntas en el mismo campo -replica Marcos- ¿te acuerdas? aunque hubiera mucho ruido al final te enterabas de todo, mas o menos. Me asombra que pudiéramos ver entre tantas piernas y tantos balones. Hubiéramos sidos unos jedis de puta madre.
  • Rumanía al final no va al mundial – dice María desde la barra- los jugadores son mayores y uno está sancionado por meterse coca. Además; ¿el entrenador del Valencia se va al Barcelona no?. Yo ahora si soy del Valencia, pero antes no.
María da una vuelta de ciento ochenta grados y se va a atender a otros clientes.
  • ¿De que cojones habla esta mujer? -pregunta Marcos-
  • Pues de fútbol, de que va a hablar -responde Luis-  a veces tienes unas cosas, y haces cada pregunta, que en fin; si Becquer levantara la cabeza.
Mientras Luis itenta deprimir al bar entero comenzando a recitar aquello de " Dices que tienes corazón y sólo lo dices porque sientes sus latidos..." Marcos saca el móvil del bolsillo y después de no comprender porque no le llegan más mensajes se levanta, va al baño y a la vuelta se acerca a la barra.
  • María preciosa, dame tres quintos anda, pero que sean mahou.
  • Tienes una sonrisa muy bonita -responde María- pero solo queda cruzcampo.
  • Gracias... -contesta sorprendido Marcos- uso colgate. Tu tienes un pelo muy rubio. Te queda de lujo; es muy parecido a los pelos que pintaba Van gogh en sus cuadros.
Marcos regresa a su mesa junto a Luis con las cervezas en la mano. Se abre la puerta del bar y entra Mario con una gorro de paja rosa, oliendo a alcohol y rodeado de humo. Mete la mano en el bolsillo y saca varias monedas de un euro.
  • Hoy invito yo -dice Mario-
  • Vaya, que bien. Aunque solo hay cruzcampo -aclara Marcos- y ya sabes que sabe a fuego.
  • No me jodas -comenta Luis- ¿de verdad no hay mahou? ¿hemos de beber fuego?
  • ¡Pues que sea fuego! -grita Mario-
  • ¡Que sea fuego!-gritan también Luis y Marcos-
  • ¿Donde hay fuego? -pregunta asustada María desde la barra-


Rodrigo.

jueves, 24 de febrero de 2011

El grito

Cuando sonó aquel grito Irene estaba mirando la lavadora. Marcos, ensayaba frente al espejo su declaración semanal de cobardía, su cuarto comienzo en trece minutos.

El reloj de la pared de Noelia, se quedaba sin pilas una vez más; gastaba más que un Rodrigo borracho en Casiano. Aún así, había decidido que lo iba a cambiar por un cuadro que acababa de pintar. Desde que había conocido a Matías, se había aficionado a la pintura, no se le daba tan mal como pensaba.

En el piso de abajo, Lucas componía una canción para Carmela. Pero siempre sonaba demasiado cursi, le tendría que pedir consejo a Quique; un mago de las palabras escritas.
Pared con pared, Ismael no podía dormir la siesta porque una guitarra mal tocada le removía el alma y saludaba a su resaca; La noche anterior, se había encontrado con Sandra después de mucho tiempo, causándole un ataque agudo de melancolía. Y también con Anabél, aunque ella no le causaba el mismo efecto de desesperación. Excepto con Sandra, eso solo le sucedía con Azucena, y sus ojos de color miel.

En el banco amarillo de un parque, Susana rompía con el cabrón de Ignacio. La había engañado con Macarena y quizá también con Raquel, de eso no estaba segura, por ahora.
Dos bancos más allá, Agustín apuraba una botella de vino. Y se acordaba una vez más de su primer amor ya tan lejano, de color Rosa; como el nombre de su amada.

A Marta, se le rompía una cuerda mientras guardaba su corazón en un envase metálico; malditos versos cuando una solo sabe pensar en besos.
Teresa, mientras, volaba por el río sin entender de saludos. Alfonso, escribía versos en una habitación de cristal blindando, todos los folios temblaban al contacto de su pluma. Pablo, en cambio, decoraba paredes, cartones, lienzos, manos y corazones grises.

Y yo, simplemente buscaba mi camino, mientras leía una y otra vez una frase de una película que adoro que quizá adivinéis:

Para tu padre había dos mujeres en el mundo. Una de ellas era tu madre. La otra eran el resto.
¿Y tú? ¿qúe hacías tú?...

RODRIGO.

martes, 15 de febrero de 2011

Hoy puede ser un gran día


  • ¿Sabes? - comentó Sue- hoy puede ser un gran día.
  • ¿Por qué? -respondió una voz salada y gastada por el mar-
  • Porque si y punto -resolvió Sue-
Y a continuación clavó su mirada verde y su sonrisa demoledora en los ojos y las manos de aquella voz. Eso fue mucho antes de que Sue temiera dar la mano, perderse en el mar, bailar descalza, recibir besos en las manos y demoler las aceras grises; mucho antes de los cuadros y el olor a humo en los dedos de la mano. Fue cuando Sue aún sabia llorar de felicidad...

En la habitación de al lado una planta se estaba muriendo. Y tumbada en la cama Sue fumaba y disparaba aros de humo contra el techo.

Sue se acababa de mudar a un cuartito en una buhardilla compartida a orillas del río _ _ _ _ con una chica que regalaba anuncios por la calle, y de la cual descubrió más adelante que tocaba maravillosamente el cello, siendo su especialidad el " el primer movimiento del concierto para cello de elgar". La nueva ventana de Sue estaba rota y no podía ver a través de ella ni asomarse a contemplar lo que había detrás.
Para muchos esto sería un detalle sin importancia, pero para Sue, un cuarto si ventana era como una celda fria y mal maquillada.

Sue no sabía si había abandonado o si se había rendido demasiado pronto. Pero luchaba cada día para lograr no hacer demasiado caso a sus pensamientos, porque de todas maneras nunca la habían ayudado a ganar ninguna batalla, y siempre había sabido que el único elemento que la ayudaba era la elegancia bien utilizada, con orgullo y miradas heladas sin complejos; regalando seguridad como si fueran besos lanzados con la mano.

Aún así, para vencer en aquella ocasión, y sin ventana como aliada, debía marcharse de aquel lugar a donde fuera; debían marcharse solo ellos cinco; Sue, su elegancia, su tabaco sin boquilla, su libreta azul y su seguridad engañada.
Sue anduvo sin rumbo durante horas sin importarle demasiado el resultado. Se compró un vestido azul para las grandes ocasiones, y otro amarillo paras las grandes ocasiones; a partir de ahora solo habría grandes ocasiones.

Se tomó un café con leche en una terraza donde dos muchachos intentaban simular una conversación filosófica mientras miraban faldas y contoneos pasar. Y finalmente se metió en un cine a ver una película de la que no pudo entender demasiado por su poco manejo del _ _ _ _ _ _ _.
Horas después y aprovechando que el sol se iba a ir a buscar sin recompensa a la luna, Sue se asomó al rio que estaba al lado de su nuevo cuarto sin ventana a contemplar como el agua buscaba un mar donde descansar. Y entonces se acordó; recordó una conversación, sacó su libreta azul y anotó.
  • ¿Sabes?, hoy puede ser un gran día.
Arrancó la hoja, hizo un avión de papel, y lo arrojó al rio. Hoy puede ser un gran día, repitió Sue en voz baja, pero esta vez nadie respondió.
Aunque cuando Sue decida, el rio bailará a su compás y todos con ella. Y al pintar de nuevo un cuadro y darse la vuelta, alguien sonreirá, tomando su mano, y demoliendo las aceras grises.

RODRIGO.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Hey Jude



Jude sabía que tarde o temprano aquello iba a suceder de nuevo. Había logrado sobrevivir algunos meses más, pero mientras observaba aquella cerveza negra sin fondo, y mientras a su derecha un anciano con gorro le recordaba enormemente a lo que él podría ser en un futuro, se dio cuenta de que seguía solo, perdido, y asqueado. Y poniéndose de pie, apurando la cerveza y suspirando decidió que se marchaba de una vez por todas.

Jude tenía que tomar un barco verde y con velas amarillas, no había otra manera para salir de su pequeña ciudad costera. Jude adoraba el mar. Aunque quizá solo cuando hacía frío y en su vida aún cabían las sorpresas y las tardes hermosas. Cuando el miedo y el veneno de las palabras mal utilizadas aún no formaban parte de las decisiones.

Al tercer día de travesía Jude paseaba por la cubierta del barco, protegiendo bajo su brazo un mapa señalado con doce cruces, una por cada lugar que visitar, una por cada mes del año, cuando de pronto escuchó una música trágica y luminosa que venía de algún lugar del barco. Al acercarse descubrió a una muchacha muy hermosa tocando sobre un piano blanco de marfil que estaba situado en la popa del barco. Aquello parecía un milagro, o un maldito sueño. Pero era demasiado real. Jude se pellizcó y se dio un par de tortas en la cara, hasta que boquiabierto se sentó en el suelo y la escuchó; la muchacha cantaba sobre un imperio derrotado, una mirada fuerte y maravillosa, un corazón volador que había logrado escapar de algo malvado, y un futuro secreto, bailado y asombrósamente brillante.

Entonces Jude lo supo. Supo que era todo aquello que buscaba, y supo que en una de aquellas doce cruces estaría ella esperándolo con su cinta en el pelo, su vestido estampado de flores, sus cigarrillos y sus bailes demoliendo aceras.

Aunque un susurro se le colaba por la camisa y le hacía un triste nudo en el estómago. Algo le cantaba, le decía, le mostraba algo extraño que no podía descifrar. Algo que si Jude hubiera sabido, quizá no habría emprendido aquel viaje; como un billete de ida sin retorno.

La muchacha del piano dejaba de tocar, derramaba una lágrima y se miraba las manos temblorosas, surgía de nuevo un recuerdo. Y de pronto, el cielo se nublaba. Y si en ese instante mirabas al mar; miles de rosas rojas flotaban a la deriva, y un corazón lentamente se marchitaba...

PRÓXIMA PARADA; CRUZ NÚMERO UNO.


RODRIGO.


lunes, 24 de enero de 2011

Los mentirosos elegantes


Una noche cualquiera mientras algunos duermen, otros lo intentan aunque no lo consiguen, y alguien ya no recuerda que me olvidó, aparece un bar oscuro: En las dos primeras filas hay sillas viejas ocupadas por gente que no alcanzo a ver, supongo que serán almas sedientas, o corazones apagados, o simplemente gente que está allí sentada por compromiso, con la mente jugando a ser millonario en otra parte del mundo.Sé que la chica que está cantando ha sufrido alguna vez, parece ser que en alguna ocasión acribillaron sin compasión a su corazón y misteriosamente eso la hace maravillosa y luminosa; siente lo que canta y noto como se le ponen los versos de punta mientras casi todo el público, un servidor incluido, agacha la cabeza por vergüenza a que le vean llorar. A veces olvidamos que las lágrimas valen mucho más que las miradas teñidas de rabia.

Haciendo un esfuerzo logro mirarla a los ojos, me da por creer que está cantando solamente para mí aunque ella jamás me haya visto.
A mi derecha sonríe una barra con nostalgia, y la muy puta (la barra) comienza a dispararme con recuerdos. "Una barra vacía en la que yo debería estar esperando a que me sorprendieran tapándome los ojos con las manos". Que se muera la barra con sus chupitos de tequila y las poses de poeta torturado; decido quedarme con mi izquierda y las horas que vendrán.

Sonrío y cuento las monedas que tengo en el bolsillo; siete euros son siete birras sentado en una escalera. Quizá unas veinte canciones tarareadas por buenos soldados musicales. Buena compañía, si señor, vaivén y sonrisas; van a aparecer promesas que nunca se cumplirán, aunque sin heridas, solo son buenos propósitos basados en una vida que no existe, y por soñar no te pueden condenar, ni siquiera regañar. Creo que si no estás aquí, simplemente es porque nunca has querido estar.

Un grito lanzado al viento. Aparecen los mentirosos elegantes, o los bonitos; constructores de historias hermosas al fin y al cabo. Esos que se baten con dragones, con brujas malvadas o con quien haga falta para robar besos con elegancia; porque si no, no les vale la pena robarlos...

Por ellos, por nosotros, por tí, por mí; levantando la cabeza y siguiendo hacía delante, siempre.


RODRIGO.

jueves, 13 de enero de 2011

El tres de enero de un año que no recuerdo


El tres de enero de un año que no recuerdo, ni me apetece recordar, ELLA se despertó con el corazón encogido. No estaba en casa, había salido unos días de viaje. Aún así eso no era lo que la estaba matando, había algo más, algo extraño que jamás había sentido. Aquel día, ELLA olvidó que alguien la esperaba a su regreso, olvidó esa sensación. Como cuando pierdes algo y no tienes ni puta idea de donde lo has podido dejar; solo que esta vez no sabía que lo había perdido.

Desde entonces y hasta ahora; cada día, al despertar, olvida algo más. Los pocos que la conocen, no la reconocen. Y los que no supieron ni quisieron conocerla creen que aún saben verla. Sin distinguir una canción de una proposición. Sin saber cubrir la tierra de cesped.

Muchos dirán que maduró, que dejó de vivir en un mundo que no era real.
Algunos mantendrán, seriamente, que soñar tanto es estúpido, y que perder y olvidar cosas es un paso que todos hemos de dar para alcanzar algún día algo similar a la felicidad.

UN MINUTO DE REFLEXIÓN....

POR DIOS, QUIEN SE CREE ESO.

Los sueños no matan al ser humano, simplemente le hacen ser eso; humano. Para maquinas ya tengo una lavadora bien bonita, que sabe hasta secar.

RODRIGO.

miércoles, 5 de enero de 2011

Jude (Masculino)


Jude se despertó sobresaltado otra vez por el mismo sueño; siempre la misma chica que le pintaba mientras fumaba en el balcón, cada vez en una habitación distinta, en una ciudad distinta. Sucedía mientras todos los aviones de papel que lanzaba al agua se convertían en barcos, en botellas, o en gaviotas.
Se colocó su bufanda de cuadros y comprobó que todo estaba en orden; a su espalda relucían doce mapas distintos; un destino para cada mes del año.

Jude no sabia pintar; al menos plasmar aquello que pensaba, que le susurraba y a veces le mataba sin previo aviso. Bebía ginebra sola o con tónica; para aprender a saborear la amargura.
Jude amaba la lluvia, pero odiaba las semanas y los meses, aunque últimamente también odiaba los años, los minutos y las miradas antiguas.

Jude se sentía vacío; entre perdido y demasiado encontrado. Odiaba las corbatas y los maletines, aunque le gustaban los bastones y los sombreros elegantes. Pasear y batir a colosos gigantes a base de cervezas y ron solo le traía resaca, nostalgia, conciencia y arrepentimiento.
Pero soñaba con viajar para olvidar aquello que no sabía encontrar, o para encontrar aquello que no lograba recordar. Resultaba que su ciudad no tenía bailes, y el sol no sabía dar calor; la pintora de cuadros, en cambio, guardaba el calor en sus manos, tenía los ojos verdes, la respiración acelerada, los latidos pacientes, la piel morena y el alma turbada.

Jude tenía una flor de cartón guardada en la parte de arriba de su armario. Soñaba con dejar de regarla y poder entregarla. Que lloviera, aunque en vez de agua cayera una estrella, para poder saltarla, acariciarla; para que el mundo reconociera que a los sueños hay que tenerlos muy en cuenta.

El balcón de Jude era negro y daba a un mar azul, a veces verde. Pasaban barcos e historias; pensamientos e ideas.
Pero un día de lluvia, cuando Jude decida, el mundo bailará a su compás y todos con él. Tenderá la mano, logrará respirar, mirarla a los ojos, y demoler las aceras grises.

RODRIGO.