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viernes, 26 de agosto de 2011

El callejón Croce


Bajo caminando por el callejón Croce. Cuento mientras silbo unos cincuenta garitos, cada uno pintado de un color, suenan cincuenta canciones distintas; se respira jazz, se engrandece el blues y se saborea el rock and roll, del bueno, puro, sin rabia.

No soy músico, quizá un futuro soldado musical de cerveza en mano y sombrero inclinado, nada del otro mundo. Solo es un quizá, por ahora mientras me dejen vagabundear por el callejón sin decirme nada ni ponerme mala cara no hay ningún problema, es un buen trato; yo alimento a mi alma y a cambio ellos tienen a un posible soldado callado, discreto y con ganas de aprender el oficio, gran consumidor y en ocasiones agradable conversador.

Lo de convertirme en soldado es una manía que tengo desde niño, está relacionada con la persona que me enseñó casi todo en este mundo, pero es una historia que prefiero dejar para otro momento. No quiero aventurar ni estropear nada, ni soy adivino ni lo pretendo, así de simple.

Lo más importante es que hoy tengo una entrevista con un tal Max en el garito mas lúgubre de todo el callejón, el lugar en cuestión se llama Tin y esta un rincón maloliente y mal iluminado; llevo bermudas, camiseta, mis ray- ban, unos nervios increíbles y obviamente he llegado cinco minutos antes para intentar causar buena impresión.

Estoy aquí simple y llanamente porque me han dicho que si quiero avanzar algo en este mundillo solo puede ser a través de él. Me da algo de miedo, porque aunque tengo mis contactos y además son muy buenos, de enemigos no ando muy escaso y nunca se sabe muy bien cuando van a tratar de tenderte una trampa, yo por lo menos nunca me entero, cada cual tiene sus habilidades.

Ya habrá tiempo para contar mis líos y aventuras, aunque por supuesto y de antemano me declaro inocente de casi todo lo malo que se diga por ahí en mi contra, de algo supongo que tendré la culpa y quiza sea discutible e incluso admisible, creo que es algo inevitable. Pero que me tumben sin pelear no es una circunstancia que considere, sinceramente.

Carraspeo, me intento alisar la camiseta, enciendo un cigarrillo y me acerco a la barra preguntando por Max. A cambio nadie me hace ni caso, genial, es un gran comienzo. Me encantan los comienzos. Humo y pensamientos.

RODRIGO.