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LOS COMENTARIOS ANIMAN A LA SEÑORITA ESCRITURA








lunes, 24 de enero de 2011

Los mentirosos elegantes


Una noche cualquiera mientras algunos duermen, otros lo intentan aunque no lo consiguen, y alguien ya no recuerda que me olvidó, aparece un bar oscuro: En las dos primeras filas hay sillas viejas ocupadas por gente que no alcanzo a ver, supongo que serán almas sedientas, o corazones apagados, o simplemente gente que está allí sentada por compromiso, con la mente jugando a ser millonario en otra parte del mundo.Sé que la chica que está cantando ha sufrido alguna vez, parece ser que en alguna ocasión acribillaron sin compasión a su corazón y misteriosamente eso la hace maravillosa y luminosa; siente lo que canta y noto como se le ponen los versos de punta mientras casi todo el público, un servidor incluido, agacha la cabeza por vergüenza a que le vean llorar. A veces olvidamos que las lágrimas valen mucho más que las miradas teñidas de rabia.

Haciendo un esfuerzo logro mirarla a los ojos, me da por creer que está cantando solamente para mí aunque ella jamás me haya visto.
A mi derecha sonríe una barra con nostalgia, y la muy puta (la barra) comienza a dispararme con recuerdos. "Una barra vacía en la que yo debería estar esperando a que me sorprendieran tapándome los ojos con las manos". Que se muera la barra con sus chupitos de tequila y las poses de poeta torturado; decido quedarme con mi izquierda y las horas que vendrán.

Sonrío y cuento las monedas que tengo en el bolsillo; siete euros son siete birras sentado en una escalera. Quizá unas veinte canciones tarareadas por buenos soldados musicales. Buena compañía, si señor, vaivén y sonrisas; van a aparecer promesas que nunca se cumplirán, aunque sin heridas, solo son buenos propósitos basados en una vida que no existe, y por soñar no te pueden condenar, ni siquiera regañar. Creo que si no estás aquí, simplemente es porque nunca has querido estar.

Un grito lanzado al viento. Aparecen los mentirosos elegantes, o los bonitos; constructores de historias hermosas al fin y al cabo. Esos que se baten con dragones, con brujas malvadas o con quien haga falta para robar besos con elegancia; porque si no, no les vale la pena robarlos...

Por ellos, por nosotros, por tí, por mí; levantando la cabeza y siguiendo hacía delante, siempre.


RODRIGO.

jueves, 13 de enero de 2011

El tres de enero de un año que no recuerdo


El tres de enero de un año que no recuerdo, ni me apetece recordar, ELLA se despertó con el corazón encogido. No estaba en casa, había salido unos días de viaje. Aún así eso no era lo que la estaba matando, había algo más, algo extraño que jamás había sentido. Aquel día, ELLA olvidó que alguien la esperaba a su regreso, olvidó esa sensación. Como cuando pierdes algo y no tienes ni puta idea de donde lo has podido dejar; solo que esta vez no sabía que lo había perdido.

Desde entonces y hasta ahora; cada día, al despertar, olvida algo más. Los pocos que la conocen, no la reconocen. Y los que no supieron ni quisieron conocerla creen que aún saben verla. Sin distinguir una canción de una proposición. Sin saber cubrir la tierra de cesped.

Muchos dirán que maduró, que dejó de vivir en un mundo que no era real.
Algunos mantendrán, seriamente, que soñar tanto es estúpido, y que perder y olvidar cosas es un paso que todos hemos de dar para alcanzar algún día algo similar a la felicidad.

UN MINUTO DE REFLEXIÓN....

POR DIOS, QUIEN SE CREE ESO.

Los sueños no matan al ser humano, simplemente le hacen ser eso; humano. Para maquinas ya tengo una lavadora bien bonita, que sabe hasta secar.

RODRIGO.

miércoles, 5 de enero de 2011

Jude (Masculino)


Jude se despertó sobresaltado otra vez por el mismo sueño; siempre la misma chica que le pintaba mientras fumaba en el balcón, cada vez en una habitación distinta, en una ciudad distinta. Sucedía mientras todos los aviones de papel que lanzaba al agua se convertían en barcos, en botellas, o en gaviotas.
Se colocó su bufanda de cuadros y comprobó que todo estaba en orden; a su espalda relucían doce mapas distintos; un destino para cada mes del año.

Jude no sabia pintar; al menos plasmar aquello que pensaba, que le susurraba y a veces le mataba sin previo aviso. Bebía ginebra sola o con tónica; para aprender a saborear la amargura.
Jude amaba la lluvia, pero odiaba las semanas y los meses, aunque últimamente también odiaba los años, los minutos y las miradas antiguas.

Jude se sentía vacío; entre perdido y demasiado encontrado. Odiaba las corbatas y los maletines, aunque le gustaban los bastones y los sombreros elegantes. Pasear y batir a colosos gigantes a base de cervezas y ron solo le traía resaca, nostalgia, conciencia y arrepentimiento.
Pero soñaba con viajar para olvidar aquello que no sabía encontrar, o para encontrar aquello que no lograba recordar. Resultaba que su ciudad no tenía bailes, y el sol no sabía dar calor; la pintora de cuadros, en cambio, guardaba el calor en sus manos, tenía los ojos verdes, la respiración acelerada, los latidos pacientes, la piel morena y el alma turbada.

Jude tenía una flor de cartón guardada en la parte de arriba de su armario. Soñaba con dejar de regarla y poder entregarla. Que lloviera, aunque en vez de agua cayera una estrella, para poder saltarla, acariciarla; para que el mundo reconociera que a los sueños hay que tenerlos muy en cuenta.

El balcón de Jude era negro y daba a un mar azul, a veces verde. Pasaban barcos e historias; pensamientos e ideas.
Pero un día de lluvia, cuando Jude decida, el mundo bailará a su compás y todos con él. Tenderá la mano, logrará respirar, mirarla a los ojos, y demoler las aceras grises.

RODRIGO.