Al principio Lucy funcionaba al revés porque funcionar al revés en realidad es la manera correcta de funcionar, pero muy pocos los saben, muy pocos consideran que Lucy sea un ejemplo a seguir.
Después...
Lucy malvivía en bares sin aire acondicionado y fumaba un cigarrillo sin boquilla tras otro en esquinas poco iluminadas. En su mesa siempre se veía un cenicero lleno de colillas, un libro sin nombre mojado por sus lágrimas y un café frío como sus latidos. En su brazo izquierdo, a la altura del hombro, se podía cotemplar un tatuaje con forma de delfín encerrado en una piscina, como si Lucy hace demasiado tiempo hubiera sido libre y algún ser sin escrúpulos la hubiera mandado encerrar para divertir a otros.
Los ojos de Lucy estaban tapados por unas gafas ray-ban antiguas. Su pelo estaba suelto y le llegaba casi hasta la cintura; dibujando olas y recuerdos de varios tonos y colores. Sus uñas estaban pintadas de rojo, cuidadas, precisas y elegantes. Y a veces por la comisura de su boca se veía una lágrima color rimel caer y jugar a chocar contra el suelo; adivinando tristemente que su alma sonaba como un sonajero roto.
Lucy no llevaba sombrero y no necesitaba ayuda para andar. Tenía una voz dulce como la miel, y eso que solo se la oía al pedir un café o al reclamar con un susurro que se quitara alguna canción que la hacía recordar demasiado.
Me aprendí sus horarios, sus idas y venidas, la pausa de sus cigarros y su marca, sus canciones prohibidas, el reflejo de sus ray-ban y las curvas de su vestido.
Jamás me aprendí a Lucy, si es que se llamaba así. La gente contaba historias sobre ella; y todas ellas recordaban la decadencia de una gran dama, una dama que seguramente hubiera brillado y demolido aceras en otra época y lugar.
Una tarde cualquiera tocaba Quique González en un garito perdido de mi ciudad (que es la ciudad del viento) y acudí con mis compañeros de conciertos que por privacidad prefiero no nombrar. Nos sentamos con nuestras respectivas cervezas y al girarme por inercia hacía la esquina mas oscura de aquel garito mis ojos se encontraron con otros que no dudé en reconocer. Era ella sin sus ray-ban y no estaba sola: Estaba con un muchacho que rondaría mi edad y ella sonreía mientras le agarraba la mano y jugaba a tocar sus pies bajo la mesa.
Al volver a mirar unos segundos después para asegurarme de todo aquello, la estampa cambió: Ya no se veía aquella situación tan bonita. En su lugar solo estaban Lucy, sus gafas, su libro, su café y su cigarrillo.
Al comenzar el concierto Lucy se levantó dejando un charco de lágrimas a su paso, dejando una moneda oxidada, y dejando un fragmento de sueño roto. Sonaba una guitarra, sonaba una voz desgarrada, sonaba de haberlo sabido.
Lucy aún no sabía ser fuerte.
RODRIGO.
Para todas las Lucys, que siempre aprenderán a ser fuertes.
Lucy in the sky con los diamonds de sus lágrimas
ResponderEliminarThe picture It´s yours
ResponderEliminar2 párrafo, 4 línea, "llevo" creo que querías poner "lleno".
ResponderEliminarEste muy bueno también.
Mi novia está muy pesada con Qique Gonzalez. Dice que canta bien.
Ah, mi novia ha estado en la ciudad del viento xd enserio.
bonito dibujo
ResponderEliminarmucho mejor, la historia
=)
me ha gustado mucho la historia!
ResponderEliminarYo estuve en ese concierto de Quique Gonzalez en la ciudad del viento y en la sala Mirror...seguro que vi a Lucy!!
melancólico quique, bonita ciudad del viento y preciosa historia.
ResponderEliminarEl otro día, hablando con un “amigo”, mantuvimos una conversación que trataba de los elogios y de los falsos ensalzamientos, aquellos que intentan ayudar a uno y que con el tiempo consiguen todo lo contrario. Durante aquella conversación intenté explicar que me mostraba partidario de alabar sin miedo los méritos del vecino. Dije entonces que los elogios sinceros ayudan a mantener alta la propia autoestima y no incrementan un ápice la vanidad del ensalzado: “la mía, al menos, está suficientemente hinchada sin ayudas ajenas. Uno necesita las alabanzas de los amigos para sentirse querido y valorado, para no tener que alabarse a uno mismo; o sea, para ser humilde”.
ResponderEliminarUna vez más me ha sorprendido tú historia, es muy grande.
Un abrazo