- ¿Sabes? - comentó Sue- hoy puede ser un gran día.
- ¿Por qué? -respondió una voz salada y gastada por el mar-
- Porque si y punto -resolvió Sue-
En la habitación de al lado una planta se estaba muriendo. Y tumbada en la cama Sue fumaba y disparaba aros de humo contra el techo.
Sue se acababa de mudar a un cuartito en una buhardilla compartida a orillas del río _ _ _ _ con una chica que regalaba anuncios por la calle, y de la cual descubrió más adelante que tocaba maravillosamente el cello, siendo su especialidad el " el primer movimiento del concierto para cello de elgar". La nueva ventana de Sue estaba rota y no podía ver a través de ella ni asomarse a contemplar lo que había detrás.
Para muchos esto sería un detalle sin importancia, pero para Sue, un cuarto si ventana era como una celda fria y mal maquillada.
Sue no sabía si había abandonado o si se había rendido demasiado pronto. Pero luchaba cada día para lograr no hacer demasiado caso a sus pensamientos, porque de todas maneras nunca la habían ayudado a ganar ninguna batalla, y siempre había sabido que el único elemento que la ayudaba era la elegancia bien utilizada, con orgullo y miradas heladas sin complejos; regalando seguridad como si fueran besos lanzados con la mano.
Aún así, para vencer en aquella ocasión, y sin ventana como aliada, debía marcharse de aquel lugar a donde fuera; debían marcharse solo ellos cinco; Sue, su elegancia, su tabaco sin boquilla, su libreta azul y su seguridad engañada.
Sue anduvo sin rumbo durante horas sin importarle demasiado el resultado. Se compró un vestido azul para las grandes ocasiones, y otro amarillo paras las grandes ocasiones; a partir de ahora solo habría grandes ocasiones.
Se tomó un café con leche en una terraza donde dos muchachos intentaban simular una conversación filosófica mientras miraban faldas y contoneos pasar. Y finalmente se metió en un cine a ver una película de la que no pudo entender demasiado por su poco manejo del _ _ _ _ _ _ _.
Horas después y aprovechando que el sol se iba a ir a buscar sin recompensa a la luna, Sue se asomó al rio que estaba al lado de su nuevo cuarto sin ventana a contemplar como el agua buscaba un mar donde descansar. Y entonces se acordó; recordó una conversación, sacó su libreta azul y anotó.
- ¿Sabes?, hoy puede ser un gran día.
Aunque cuando Sue decida, el rio bailará a su compás y todos con ella. Y al pintar de nuevo un cuadro y darse la vuelta, alguien sonreirá, tomando su mano, y demoliendo las aceras grises.
RODRIGO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario