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LOS COMENTARIOS ANIMAN A LA SEÑORITA ESCRITURA








jueves, 19 de mayo de 2011

La farola rota; sin nombre ni identidad.


Porque me gusta verte pasar, andar, fingir elegancia y demoler aceras. De rojo, blanco, amarillo o colores imaginarios; mientras seas tú, las luces del techo parpadean asustadas.

Hiere, calla y déjame tranquilo. Como siempre hieres pero con caricias. Mátame con la mirada, algunos cuchillos oxidados están pasados de moda. Ni antifaces ni armaduras; que se prohíban por un día los recuerdos salpicados de pasado. No me pases todas tus dudas; resulta que a mí, el que dirán, últimamente me parece un cuento chino y me da bastante igual.

Ni soledad ni canciones escuchadas con la luz apagada; todos saben que los versos bonitos están fabricados por bonitos poetas; con suerte, esos hoy no me sirven, duermen tranquilos y a gusto, sin latidos irregulares ni sobresaltos.

Necesito que hoy me atraquen tus lágrimas, tus latidos, gritos e impertinencias. Déjame beber y asumir todas las culpas; tuyas y de quien sean; aunque sean regadas con sal o aliñadas con metralla. Brindar por el silencio al que nunca conocí, por las batallas que perdí sin enterarme y los trenes construidos sin memoria donde te dibujé como pasajera; por ser protagonista, guionista, productora y cómplice en sueños imposibles y tragedias.

Sin despedirme ni acordarme. Porque escribo sin saber si para alguien tendrá algún sentido, preguntándome sin parar sí al disparar con los ojos cerrados alcancaré en pleno pecho a algún objetivo. Un comentario que intenta responder a las letras como si solo fueran simplemente formas o bailes pactados; olvidando al corazón y a todos (que son millones) sus jodidos sentimientos.

Sueño con un violín que pare el tiempo y congele tus ojos marrones, y así hablar con ellos, susurrarles todo lo que queda; mecerlos, convencerlos, secarlos, mimarlos; y aunque odie los quizá y jugando a una apuesta arriesgada, aprendérmelos y para siempre, PORQUE CREO QUE A VECES EXISTE, quererlos, si, así, sin más, aunque pueda perder y caer profundamente, hasta que nuestro abrazo aguante.

RODRIGO.

viernes, 6 de mayo de 2011

El poeta


El poeta se paró en seco, cogió todas sus libretas, borradores, artilugios y servilletas de papel y las tiró a la basura, con ganas, clase y alevosía. Recorrió con calma el dial de la radio hasta sintonizar máxima FM y se puso a bailar como nunca antes había bailado.

Por una vez arrancó fotos y poemas de su corcho y dejó a su corazón tranquilito en su casa, con unas cañas bien frías, un pitillo liado con maestría y un disco de reggae. Hoy y para siempre el mundo si que es suficientemente grande para los dos, o los tres, o para todos los que haga falta.

Salió de casa y tomó aquellos caminos que una vez se había jurado no volver a tomar. Recorrió portales y recuerdos, y aunque olvidó todas las armaduras en casa, ninguna bala ni palabra logró alcanzarle, ni siquiera rozarle, ni acariciarle…

El poeta se paró en seco y decidió ponerse en huelga de nostalgia y tristeza. Rechazó las pausas y latidos, y con mano dura, arrancó todos los nudos que a lo largo de los años la tinta negra había edificado en su alma. Ni reproches ni fracasos, ni soldados ni princesas; mejor garitos y torneos de cerveza.

Por una vez el poeta se relajó, se rió de todas las caidas y sus piedras y no pensó en nada; solo en blanco, o quizá un poco en verde.

Salió de casa cargando solo con las cosas buenas y dejando en la cuneta a todas las malas; con mordaza y cadenas incluidas, hay que ser precavido, por supuesto.

El poeta se paró en seco y contó las monedas que tenía en el bolsillo. Un tren, o quizá un autobús, o puede que una bicicleta amarilla y robada. Daba igual, no había interferencias, no había desastres ni promesas lanzadas al viento. Bailar bajo la luz de la luna, en cualquier lugar del mundo, inventar historias, plazas y sueños; avanzar, observar, regalar, CREAR.

RODRIGO.