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martes, 15 de marzo de 2011

La vacuna...


Mientras una bicicleta pasaba gobernada por una melena recogida por dos bolis bic, un guerrero manchado de barro y lágrimas cedía, se rendía y se perdía. No le hizo falta firmar ninguna nota de despedida, tampoco jugó a contar cubatas vacíos ni a decorar humo respirado por amistad, elegancia y sonrisas.

Simplemente vació todos sus escondites de recuerdos, hizo esa llamada y desapareció del mundo. Cien noches sin batallas, sin escudo; como una operación a vida o muerte, como la lenta canción que siempre le acompañaba en sus largas caminatas y caídas. Que más daba la forma; vacuna, bisturí o infusiones bajo la luz de la luna. De todas maneras, cien noches después, nuestro guerrero al despertar ya no recordaría nada; ni canciones ni rencores...

Y un tiempo después...

Me desperté amarillo, o verde, o de un color nuevo; creo que eso es lo de menos. Al fin y al cabo había logrado despertarme después de una de las mejores noches de mi vida. Y excepto el color y dolores extraños estaba entero, contento e hipnotizado por abrazos, guiños y promesas.

Recuerdo que había nombres falsos, un vip robado con elegancia y... cosas que un caballero, no, mejor dicho; cosas que un mago no puede revelar.
Era domingo y no comía en casa; así que con mi chandal de los domingos, una camiseta verde y mis gafas resacosas (gran modelo de gafas) me marché a disfrutar del sol, la buena compañía y sobre todo a una especie de investigación al puro estilo C.S.I para rellenar lagunas de veladas anteriores.

Todo empezó como tiene que comenzar; metiéndonos todos con alguien por culpa de otro alguien. Pidiendo cañas bien frías para revitalizar el cuerpo y brindando por las amistades eternas y la ironía de la vida; siendo puta, mentirosa, engreída o a veces maravillosa.

De todos los bocadillos que pedimos el mío siempre es el peor; seguro que todos piensan lo mismo, seguro que todos vamos a alardear de lo bueno que está aunque no lo creamos. A continuación, guerra sin espada por decidir si cuenta o café; hoy ha ganado el café, aunque en parte la batalla ya estaba decidida desde anoche, quizá por culpa de los enemigos de la cafeína.

Y entonces ocurre, se detiene el tiempo y todos miran a una bicicleta gobernada por una melena recogida por dos bolis bic. La gobernadora pasa por nuestro lado y creo recordar que suenan violines, pianos de marfil y trompetas de oro.
Todos me miran y yo sonrío; estoy encantado con la visión que acabo de tener. Continúan mirándome y una mosca que revolotea a mi alrededor me avisa de que algo extraño está pasando.
  • ¿Qué pasa? -digo-
  • ¿Estás bien? -pregunta uno-
  • ¿A qué te refieres? -respondo-
  • ¿ Te sientes diferente? -comenta un segundo- ¿Qué te ha parecido la chica de la bicicleta?
  • Bueno, era guapa, realmente guapa, ¿la conocéis?
  • Vaya, - dice un último- si, la conocemos, bueno, la conocíamos.
  • Por lo visto la vacuna ha funcionado -oigo que cuchichean los dos primeros-
  • ¿Qué vacuna?
Y los cafés en la mesa hacen que olvidemos el tema. Los violines se marchan. La gobernadora nunca sabremos si miró atrás, si escuchó música, canciones, latidos acelerados u olas romper.

Pasados cien minutos el cielo comenzará a nublarse y a gritar. Y un árbol que se moría crecerá; demostrando al cielo que todo es posible, aunque nadie apueste por ello y a veces las hachas dominen el mundo.

RODRIGO.

3 comentarios:

  1. La vida pone a chicas en bici con dos bolis bic en el pelo a lo largo de tu camino, pero eso no sognifica que te hayan derrotado, ni que hayas perdido la batalla aunque a veces sea dolorosa...

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  2. triste, con una pincelada esperanzadora al final. Tal vez la vacuna te hizo olvidar uno de los momentos mas dolorosos de tu vida. ¿acertado? no lo sé, sólo sé que sin dolor no existe el amor... espero que algún día exista una vacuna contra esa vacuna que has autocreado.

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  3. A mi me gusta muchisimo! Todo lo que has escrito! Algunas palabras son tristes pero son sentimientos reales y verdaderos. Puedo sentir todo lo que has escrito. Gracias por compartir!! No puedo esperar leer mas - Margarita

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