Ahora estamos en dos blogs...




LOS COMENTARIOS ANIMAN A LA SEÑORITA ESCRITURA








miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sue


Sue apuró su tercer cigarrillo consecutivo y lo arrojó por la ventana. Se colocó correctamente la cinta amarilla en la frente y comprobó que su vestido de flores estampadas estaba manchado de pintura.

A su espalda sonreían tres lienzos bañados por el sol. En ellos se veía la misma figura desde distintos ángulos; un chico con el pelo rizado y gafas de sol fumando en una ventana. Al fondo, el mar sin calma, varias tempestades.
Sue odiaba los lunes y los martes. Aunque últimamente también odiaba los miércoles, jueves y algunos viernes. A veces odiaba sus ojos verdes y todo lo que ellos veían.

Se sentía sola y ese dibujo lograba calmarla. Fumar con su amiga María solamente le creaba confusión, tristeza y mala leche. Los cafés con Estefanía la mataban. Estefanía siempre le había parecido demasiado superficial; como esas chicas que no entienden de poesía.
Pero cuando en su vida aparecía ese dibujo, sonaba en el aire algo distinto; era como un sueño que solo recordaba con pincel en mano.

Sue no sabía volar en moto. En realidad le daba miedo la velocidad. Prefería las bicicletas de colores y el blues; con dolor, con lunas, con café y dos sobres de azúcar.
A veces se pintaba cada una de las uñas de los pies de un tono distinto, e imaginaba cuanto tardaría en irse el color si caminaba por la arena de la playa.

Sue se ahogaba, se perdía y no se encontraba. Sue creía que estaba sola y que había nacido en una época equivocada.
Necesitaba encontrar al muchacho del cuadro; necesitaba pintar camas y aviones. Resulta que nunca había soportado los balcones.

Aunque cuando Sue decida, el mundo bailará a su compás, y todos con ella. Iré preparando mis zapatos; me gusta quitármelos para bailar. Coger a Sue de la mano, y demoler las aceras grises.

RODRIGO.

viernes, 24 de diciembre de 2010

El dolor es un síntoma bastante común

Esto es de hace algún tiempo pero no he podido evitar querer ponerlo. El otro día salió a la luz en una clase la existencia del dolor, su significado, sentido etc... Y me ha venido a la cabeza algo que yo escribí.

Sé que estamos en navidad y es una época alegre. Y además a mí me encanta la navidad y me siento muy alegre (os contaría mis motivos, pero esto no es el diario de Rodrigo, sería un diario super chulo, pero aún no es el momento).
Sonará absurdo. Pero una vez leí, que la única forma de saborear el triunfo, el amor, la felicidad; es habiendo saboreado amargamente sus contrarios; la derrota, la rotura del corazón, la tristeza pura.
Por eso coloco algo triste, para que de alguna manera nos demos todos cuenta de lo importante que son las personas que nos rodean, y que no hay que perder por nada del mundo a las personas que nos quieren de verdad. No pienses que tú eres distinto; no hay tantas personas que te quieren de verdad, no te flipes.

Hay un diálogo que no se donde escuché, que dice algo parecido a lo siguiente.

  • ¿Por qué me perdonas? no lo entiendo, me he portado como un completo hijo de puta contigo.
  • Porque eso es lo que hacen los amigos, se perdonan...

Lo siento, si que hay personas así. Bueno, ya me he ido por las ramas, y aunque sé que soy encantador, tendréis otras cosas que hacer; aquí va el texto sobre el dolor que dije antes. Versos y feliz navidad.


EL DOLOR SIEMPRE TE ENCUENTRA.

He llegado a considerar que todo estaba en mi cabeza y que yo veía algo que no existía. Pero no estoy tan loco; noto como la gente me mira con compasión y escucho aunque todo esté en silencio lo triste que puede ser el destino de las personas. Por eso sé que todo es real, y que tengo que vivir con ello.

Lo que más miedo me da es no verla envejecer. Yo me iré marchitando poco a poco y ella siempre se mantendrá igual. Tengo miedo de que eso acabe por matarlo todo.
La imagino bailando con una cinta amarilla en el pelo, gritando y sonriendo. La noto a mi lado muchas noches mientras duermo y me rompo un poco al despertar y ver que no está, que ya nunca estará.

Nunca dejéis de lado a alguien que de verdad os importa. Porque cuando de verdad se va, nunca volverá. Y puede que seas capaz de crear millones de armaduras con forma de excusas que protejan tu corazón. Pero un día el dolor llegará; lento, negro, puro, sin rabia.

El dolor siempre te encuentra.



RODRIGO.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Por no saber chutar, supongo.

Andaba yo chutando hojas marrones en una calle llena de luces y ráfagas de perfume. Soy bastante mejor chutador de hojas que de balones, pero eso no viene al caso. Para situarnos; en ese momento mis pensamientos me acompañaban como de costumbre. Yo llevaba guantes al estilo mendigo y hacía mucho frío. Aunque seguro que el termómetro que se escondía en una esquina alternando horas con grados mentía, porque no me creo que ese artilugio haya sido fabricado con el símbolo negativo, que no, que no me lo creo. Todo estaba sucediendo de una manera correcta y elegante, hasta que como en casi todas mis historias de aventuras; un triste recuerdo y un fuerte latido vinieron a estropearlo todo.

A unos treinta y cinco pasos apareció una silueta de señorita que me dejó en estado agudo de melancolía.
Ella llevaba un gorro gris, y una bufanda del mismo color. El resto de la ropa no recuerdo como era. Porque aunque resulte extraño, a mi cabeza solo le da la gana almacenar colores de cuello para arriba, es un extraño suceso del que ya hablaremos otro día.
Fueron sus andares y sus maneras lo que me hicieron torcer el gesto y recordar mis cuantiosas, constantes y desafortunadas meteduras de pata. Meteduras que aunque a veces creo justificadas por esa droga llamada romanticismo… (Recuérdese la frase: por eso el amor es ciego y siempre le acompaña la locura), siguen siendo demasiadas meteduras de pata.

Pero no sé. El tiempo a veces borra lo malo, o al menos nos da un punto de vista más objetivo, si es que eso existe. Y puede que me diera por pensar en esa leyenda urbana que habla de las segundas oportunidades.

Igualmente lo decidí; Después de todo. Aquella historia y sus consencuencias ya había sido mecida y puteada por varios años, fracasos, recuerdos mezclados-no agitados y abrazos endulzados con lágrimas.
Cada uno debía de haber librado en todo este tiempo numerosas guerras y por lo visto ninguno de los dos había sido vencido; Quizá herido, puede que de muerte, o puede que de vida. (es una herida muy novedosa que aún no está prefeccionada)

Suspirando aceleré el paso, nervioso y recordando: Su sueño viendo un coche desde una ventana, algún barco, algún parque, alguna canción…
Llegué a su altura y agarrándola suavemente del hombro hice que se girara.

  • Hola –dije mientras al ver sus ojos me preguntaba si de verdad era ella, al fin y al cabo solo la había visto de espaldas-.

  • Perdona, ¿te conozco? -me respondió-.

  • Pues, para empezar déjame decirte que tu gorro es realmente bonito, y respecto a tu pregunta…

RODRIGO.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Improvisar...

Llevo unos veinte minutos intentando escribir algo y no me sale nada. De normal, cuando pongo algo, es porque me ha salido de pronto, casi sin pensar.
A veces me invento cosas. Otras veces escribo cosas reales, aunque solo lo sean para mí. Y otras una especie de declaraciones que nunca llegan a buen puerto; la vida y esas cosas.

Me gusta escribir. Siempre digo que es parecido a llorar, y que todo el mundo necesita hacerlo para no morirse ahogado en este puto mundo en el que vivimos. Y si no es escribiendo; puede ser pintando o siendo escritor de canciones tristes.
No me gusta llorar; pero creo que es inevitable, y ya que creo eso, que mejor que hacerlo de forma elegante…

Recuerdo porque empecé a escribir. O al menos porque empecé a intentar hacerlo cada vez mejor. La respuesta es muy clara y tiene nombre de mujer. Y Aunque fue una época absurda llena de cartas y más cartas (casi todas de ellas estúpidas) que no sirvieron para mucho, esa respuesta con nombre de mujer me enseñó, sin querer supongo, una manera de escapar y como dije antes de llorar y no ahogarme.

Como veis todo tiene un principio para cada parte de nuestro ser. Ahora solo falta resolver el final. Porque quizá lo que ahora me salva algún día me mate…. Aunque solo es un quizá; y los quizá nunca me han caido demasiado bien.


RODRIGO.


lunes, 6 de diciembre de 2010

A vete saber donde


Está nevando. Nunca antes ha nevado por aquí, y quizá no llegue a cuajar, aunque si eso pasara, la gente y sus cámaras no darían abasto. El muchacho sale de casa tapado hasta las orejas, aunque no lleva guantes; le gusta poder cambiar de canción en el mp3 sin tardar una eternidad cada vez y parecer medio imbécil. Está nervioso y camina moviendo la cabeza para que sus pensamientos no consigan avanzar, y convencerle de que en unos minutos puede pasar de romántico en vías de extinción a loco acosador.
Llega a una esquina y son las ocho menos dos de la tarde; ella debe estar a punto de coger el autobús para ir a vete saber donde, como todos los miércoles del año. Mete la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y sujeta un sobre arrugado con fuerza. Mientras la espera recuerda lo que anoche escribió para ella:

Ahora sé que fueron tus labios rojos. También el vestido de flores que llevabas la primera vez que te vi: cuando corrías a coger un autobús y al apartarme para esquivarte hiciste que casi me comiera una farola. Tu gritaste perdón y yo algo que prefiero no escribir, porque no colaría si te dijera que grité guapa.

Caí en la cuenta de que eras tú cuando te encontré bebiendo una noche en un garito cerca de la playa. Alguien gritó el nombre de Lucía, y tus ojos azul turquesa se giraron para encontrar una cara que no te resultó agradable. Creo que al estar ayudado por cuatro copas de ginebra podría haber hablado contigo; pero cuando te encontré en la salida llorando no pude acercarme, no miento bien, y no habría sabido consolarte, no hago muy bien ese papel…

Desde aquel día te he visto pasar. A ti y a tus maneras, a tus manos y a tu risas, a tus vestidos y a tus prisas. Y nunca me he atrevido a decirte nada. Pero una noche de chupitos y cigarros prometí que sin un día ocurría algo extraordinario sería la señal para por lo menos intentarlo.

Joder, (siento la expresión) pero desde anoche está nevando. Y creo que no podría haber mejor señal que esa. Puede que crea que los milagros vienen siempre juntos. Puede que el miércoles que viene, si te parece bien, yo también suba a ese autobús contigo, ya sabes, para ir a vete saber donde.

Alejandro.



Suena un pitido en el reloj del muchacho. Suspira y al girar la cabeza la ve llegar, juntos a sus ojos azul turquesa. El miedo le arrebata las ideas, se le contraen las manos y decide marcharse. Pero joder; está nevando.


RODRIGO.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Porque no te conozco


Debería empezar diciéndote que no te conozco. Pero que estoy harto de ver a alguien y pensar que por motivos absurdos; como la vergüenza, la distancia, u otras que no se me ocurren ahora mismo no voy a poder conocer a esa persona.

Puede que consideres que estoy algo loco. No me importa; en realidad creo que estar algo loco y hacer cosas que la gente no considera normales, en ciertas ocasiones es bueno. Simplemente, porque atreverse a sentir, a saltar (metáfora), a llorar, y a bailar en medio del mundo, no es algo que la gente considere normal. Y yo a veces consigo hacer esas cosas. Aunque lo de bailar tampoco lo hago muchas veces, tranquila.

Podría dibujarte y entregarte el dibujo a la salida de algún café, diciéndote: -perdona, se te ha caído esto- con mi nombre y mi número en la parte inferior del retrato en plan seductor de película. Pero dibujo fatal, de vergüenza; ni siquiera valdría para hacer un dibujo abstracto. Tampoco sé cantar ni tocar ningún instrumento, porque los bongos y la pandereta no valen. Además que si me pongo cerca de ti con unos bongos y una pandereta puede que eches a correr, o que me des un eurillo, y eso no quedaría nada bien, ¿a qué no?

Me decidí pues por escribirte. Aunque también he decidido que solo escribiré un comienzo. No voy a inventarme un futuro ni nada extraño, porque aunque molaría y parecería un poco misterioso, no soy adivino. Ni si quiera soy buen observador del palo Sherlock Holmes. Aunque sé hacer muchas otras cosas que puede que algún día te cuente.

Te preguntarás porque tú. Pero no lo sé… y tampoco sé porque así, de pronto, sin venir a cuento, sin verte, sin oírte. Puede que sean tus maneras, o tus labios rojos, o tu sonrisa, o cualquier cosa que desconozco pero que seguro que me gustaría.

Solo sé que no te conozco, y que quiero conocerte pues por eso, porque no te conozco.


RODRIGO.