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LOS COMENTARIOS ANIMAN A LA SEÑORITA ESCRITURA








domingo, 13 de julio de 2014

Versos y abrazos


Siempre he creído que uno no puede saber el verdadero valor de la felicidad si no ha experimentado la tristeza. Todo ese rollo de los contrarios, ya sabéis, para valorar lo que ganas antes lo tienes que haber perdido, para levantarse fuerte hay que caerse, para querer de verdad tienes que saber el significado del rechazo, y para amar con toda el alma te tienen que haber roto primero el corazón.

Supongo que por eso somos increíbles. Y supongo que si tuviéramos la opción de no sentir nada para evitarnos sufrir, la opción de no querer del todo por miedo a que nuestro corazón explote, o de solamente tener rollos de una noche para tener tantas caras en la mente que mezclar y así no sentir nostalgia por ninguna, casi todos diríamos que no. O eso quiero creer, yo al menos diría que no, y eso que, como la mayoría de los habitantes de la tierra, en alguna ocasión he deseado con todas mis fuerzas apagar mi corazón y no sentir nada. Pero luego aparecen esos pequeños milagros que lo cambian todo.

Los pequeños milagros hacen de la vida algo asombroso. El primer café, la primera discusión y la primera reconciliación, el primer baile en medio de la calle sin venir a cuento, las aventuras, las caricias, las miradas que te ponen nervioso, los besos así porque sí, y compartir cosas que con nadie más compartirías, cosas malas y buenas, errores y aciertos, y ganas de aprender de otra persona que está dedicando su tiempo a estar contigo para conocerte de arriba abajo, desde el corazón hasta los huesos.
Porque al final el tiempo que regalas nunca lo podrás recuperar, y elegir a quién y cómo dedicarlo puede marcar la diferencia. Y si a veces hay que hacer malabarismos pues se hacen. Hay que elegir bien a los amigos y aprender de ellos, sinceramente, todo el mundo tiene mucho que enseñarnos, y si no escuchamos no aprendemos, y si no aprendemos no avanzamos, y para quedarse quieto en la casilla de salida mejor ni juegues. Porque el juego de la vida es caprichoso y escudarse en los prejuicios y el orgullo no sirve de nada. Si la gente no hubiera compartido ideas y sueños aun iríamos en taparrabos y viviríamos en cuevas. Todo ha avanzado; ciencia, religión, sociedad, y al final resulta que las diferencias unidas atraviesan corazas y crean caminos.

Las despedidas llegan, sé que es inevitable. He comprendido que por mucho que yo quiera que las cosas sucedan de una manera no tienen por qué pasar así. Y las cosas duelen, y las dudas matan, pero si todo tuviera un orden lógico la vida sería gris y asquerosa. Hay que intentar ser bueno y llenarse los bolsillos de paciencia cada mañana. Sí, lo sé, hacer las cosas bien no siempre tiene recompensa, a veces la vida no es justa, y a veces las cosas parecen tan incomprensibles que dan ganas de mandar a todos a la mierda. Pero la bondad está en peligro de extinción y hay que luchar por preservarla. Yo quiero que le gente que me rodea sea buena conmigo, sería absurdo no intentar serlo yo. Y la bondad conlleva muchas cosas. Hay que practicar mucho, llorar mucho, y superar todas las montañas con forma de adversidad que la gente se empeña en poner en tu camino.

Por eso pido perdón si alguna vez te hice daño, a veces creo montañas de adversidad yo solo. Resulta que tengo la manía de hacer muchas cosas mal, aunque sé que también hago algunas bien, soy humano y consciente de ello, y gracias a Dios no soy perfecto ni lo pretendo. No odiemos a nadie, gasta mucha energía y a la larga transforma el carácter, para mal, por supuesto. Creo que aprender a ponerse en la piel de los demás es algo importante, imprescindible e innegociable. La gente no se despierta por la mañana y piensa mil maneras distintas de joderte la vida, no deja de hacer cosas contigo por fastidiarte, ni el motor de sus vidas es putearte. Algún cabrón habrá por ahí, pero eso es cuestión de estadística, yo hablo de la norma general. 

Hay que tener paciencia y respirar las veces que haga falta antes que volverse loco y lanzar insultos y reproches como balas. No hay nada más frustrante que hacer daño a alguien que quieres sin pretenderlo, y a veces nos olvidamos de esas cosas, nos creemos con derecho a saber lo que es bueno y malo, y juzgamos como si fuéramos dueños de los sentimientos humanos. Resulta que perdonar no está de moda y cuando logramos hacerlo ponemos demasiadas condiciones, y como alguien me dijo alguna vez y nunca olvidaré, perdonar significa querer, y errores cometemos todos, y muchos.

Los años pasan y las circunstancias de la vida separan a mucha gente de nuestro camino. Por favor, no añadamos más circunstancias. A la gente a la que quieres hay que cuidarla y no valen las excusas, hay esfuerzos que valen la pena, y al final las palabras hay que usarlas para decir cosas bonitas y animar en los momentos difíciles. Seamos agradecidos, porque nadie tiene porque hacer nada por nosotros, aunque sea con una chorrada que parezca insignificante, hemos de pensar que lo hacen por nosotros, no por el tío de la esquina ni por la vecina del cuarto, y eso no tiene precio.


Hagamos sonreír a la gente que nos rodea aunque estemos llorando por dentro, las sonrisas mueven montañas y el rencor no sirve de nada. No hablo de no ser realista, al revés, no hay nada más realista que apostar a lo grande por la gente a la que quieres. No dejemos que nuestro entorno nos condicione, sí que nos enseñe y oriente, pero que no nos dirija la conciencia ni nos silencie el corazón. Resulta que a veces solo nosotros mismos sabemos lo que necesitamos para ser felices, y ni mil opiniones contrarias van a ser más válidas. Ya está bien de vivir atados a tantos detalles, y aunque el mundo gire demasiado deprisa, tomémonos unos minutos y reflexionemos. Que se jodan los adioses y que vivan los hasta luego, porque despedirse solo debería servir si existe un camino de regreso. 

RODRIGO.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Cansado

Estoy cansado de pensarte, quererte, necesitarte y luchar contra mi corazón y mi alma. Estoy cansado de planear estrategias para olvidarte y al final terminar derrotado, con tu mirada clavada en la mía y mis silencios jugando al despiste.
Estoy cansado de soñarte, de mirarte y desearte. De rozarte, componer poemas y escribirte cartas absurdas. De conducir borracho por nuestras calles, de tropezarme y tratar de estar siempre cerca para evitar que te caigas.
Estoy cansado de salvarte de cien maneras distintas en mi mente y de esperar fumando aros de humo grises en los lugares donde quizá, si te diera por escapar, pasarías a buscarme. Estoy cansado de anhelarte, de inventarte y de ingeniar millones de formas ñoñas de enamorarte.
Estoy cansado de vivir entre tinieblas, a través de risas y llantos, con ese vaivén que mata y pocas veces fortalece. Estoy cansado de trazar mapas por si un día te da por encontrarme, de esbozar bailes en fiestas que no existen, y de proyectar una película tras otra sobre nuestra vida, nuestros besos, y nuestras discusiones.
Estoy cansado de no saber arrinconarte, de no aprender a borrarte, y de escuchar tu risa sacudiendo mis cimientos y pulmones. La verdad es que estoy cansado de tus vestidos y mis reproches, mis lamentos, mis ausencias, y mi estúpida costumbre de torcer la boca y hacer muecas extrañas.
Pero entonces apareces y no me canso de tenerte en frente, de rondarte, disimularte e invitarte a cualquier rincón del mundo. Con tus manos, tu mirada, tus maneras, tus enfados, tus aplausos, tus gestos, tus enigmas, tus respiraciones aceleradas y tus agobios. No me canso de revisar tu vida, mi vida, mis fuerzas y tus problemas. De ofrecerte mis pobres soluciones y prometerte, aunque a veces no te lo diga, que antes de dejarte sufrir abriría mi corazón hacia el cielo aunque solo llovieran balas.

Rodrigo.

martes, 15 de abril de 2014

Todo regreso es inevitable

Todo regreso es inevitable. El viaje de Jude había sido difícil, durante el trayecto había sobrevivido de milagro a varias a tormentas y la soledad y la monotonía de los días iguales le habían congelado un poco el corazón. Se podía decir que Jude había sufrido durante el viaje. A cada milla que avanzaba, la sensación de estar alejándose de todo lo que conocía y quería se hacía más fuerte. 

También conoció a muchas personas que tumbaron a base de palabras coherentes una parte importante de sus convicciones. En el barco había músicos que se comunicaban con las almas a través de notas, había obreros, médicos, bailarinas, cantantes, abogados, supervivientes, gente que escapaba y gente que regresaba. Y cada uno era de una forma; por mucho que Jude viera las cosas de una manera, siempre descubría a su alrededor puntos de vista distintos. El barco de Jude era un pequeño universo al que él se aferraba antes de desembarcar en un lugar nuevo y desconocido. Jude aún no lo sabía, pero aquel viaje se iba a quedar tatuado para siempre en un lugar privilegiado de su corazón.

Al final el día señalado llegó. El barco atracó en el puerto y Jude se derrumbó. Le asaltaban las dudas, ni entendía porque estaba triste ni entendía porque el alma le había pedido a gritos ese viaje. Llegó a suponer que hacer cosas que escapaban a la razón al fin y al cabo era una estupidez y que coger la mano a lo conocido, a lo fácil y a lo cómodo era definitivamente lo correcto. Aunque en el fondo algo le decía que no tenía porque ser así, y Jude no estaba dispuesto a rendirse, aún no.

Poco a poco empezó a llenar su espíritu de alegría. Había días malos, por supuesto, y también días peores. Pero de vez en cuando lograba avanzar a carcajadas, y esos días días poco a poco iban aumentando. Y entonces Jude se dio cuenta de que ese viaje había sido una transformación y que por primera vez en su vida estaba dispuesto a conseguir todo aquello para lo que había viajado, para lo que había sufrido, para lo que había nacido. Jude estaba más fuerte que nunca. Y ya lo tenía muy claro, tanto que lo gritaba cuando nadie le escuchaba… Jude se había caído muchas veces y por una vez se había levantado con la mirada orgullosa, desafiante, poderosa. Estaba cansado de callar.

Mientras tanto, Sue tomaba el sol y miraba con inquietud hacia el mar. Se miraba las uñas pintadas y se preguntaba todo aquello que normalmente intentaba silenciar. Prendía un cigarrillo, aspiraba con fuerza y lanzaba el humo con fuerza contra el cielo azul, su color azul.

Rodrigo

miércoles, 13 de junio de 2012

La chica de los dos puntos suspensivos..


La chica de los dos puntos suspensivos se detuvo en seco y recordó el diálogo de una película.
  • ¿Te gusta esa chica? -preguntaba un hombre-
  • ¿Gustarme? -respondía su hijo- gustar me gustan las pringles, esa chica es increíble, es mi alma gemela.
Era un día hermoso. Allá donde la chica de los dos puntos suspensivos mirara, el sol se escondía tímido y cada vez que ella pestañeaba se ponía más rojo. Corría brisa de levante y se oían gritos de polis y cacos desde su balcón azul. Era día de playa, de andar e incluso correr, de cantar a todo trapo (yo también creo que canto bien cuando tengo los auriculares puestos). Frente al espejo y observando sus bostezos, la chica de los dos puntos supensivos se decoró el pelo con ganchos e inventos y diciendo adiós a voces se marchó de casa.

La calle se movía como si la chica de los dos puntos suspensivos estuviera inmersa en una canción, como en un videoclip. El gasolinero a la percusión, la pareja que paseaba un perro a la guitarra y  tarareando algunos coros. Los semáforos como bailarines, dignos de los backstreet boys (en fin...) sin saber si quedarse siempre en rojo o pasar aunque fuera un ratito a verde. Y ella cantante, artista, compositora y princesa. De su voz brotaba lentamente la letra esculpida de una canción.
  • Tres de cuatro barcos naufragaron en la forma de tus modos..
Hoy en línea recta no se llega al mar. Mejor atajos y bares misteriosos donde en un futuro se pueda descansar y disfrutar; cerveza, o guitarras rasgadas con voz, o buena compañía y hablar, y charlar, y mirar a los ojos (de una manera muy muy quieta) y fumar.
Coger muy fuerte de la mano y romper barreras imposibles. Ella andaba y sospechaba que si intentaba chocar la mano con alguien ese alguien no lo captaría. En su bolso una toalla y una chaqueta gris robada sin fuerza ni intimidación.

Al final playa y amiga con cámara en mano. La chica de los dos puntos suspensivos desafió una vez más a esa gran ciencia llamada "no soy nada fotogénica" y se dejó llevar, cuidar y tejer a base de palabras sinceras. Adiós reloj y la distancia entre la carretera y la arena aumentando a pasos agigantados. Los coches desapareciendo y las olas bailando. Ella se puso de pie y con todas sus fuerzas miró con los ojos bien abiertos hacia el cielo, extendió los brazos, y mientras recordaba el final de una película que una vez disfrutó gritó una frase a todo pulmón.
  •  Me encantó bailar contigo..



RODRIGO

miércoles, 30 de mayo de 2012

Historias, bicicletas y miradas


Cuando Mario volvía hacia casa las aceras reflejaban farolas y los pensamientos volaban, iban, volvían, y se asustaban unos a otros. Y entonces Mario no entendía las cosas, ni a las personas. Ni si quiera entendía las palabras, ni los gestos, ni encontraba nada hermoso en todo lo que antes le recordaba una oportunidad o un brillo. Y entonces Mario se sentía solo; y la soledad le cogía de la mano y le susurraba que quizá esta vez iba a tardar algo más en volverse a marchar.

Entonces una chica con una bicicleta esquivó a dos transeúntes. Un hombre sacaba ropa peligrosamente de un camión con la misión de surtir a una tienda de (quizá con ropa de verano) y ocurría lo inevitable; tortazo de la chica en bicicleta, hombre que se marcha con prisa y un muchacho llamado Mario ayudando a la chica a levantarse del suelo.
  • Gracias -dijo la muchacha- que torpe soy, madre mía.
  • No ha sido culpa tuya, tranquila -dijo Mario-.
  • Te sientes solo ¿verdad?
Y entonces Mario se asustó un poco. Pero ¿qué cojones? ahí estaba el problema: en las conductas, en la puta normalidad y en la falta de observación (que poca gente sabe mirar...). Esta vez, por una vez, le pareció natural, y después de comprobar que la chica estaba bien y no tenía ninguna herida respondió.
  • Si, no sé. Solo, desilusionado, llámalo como quieras, ¿Cómo lo has sabido?
  • Bueno, digamos que estás delante de una sabia, pero no lo digas por ahí.
  • No tienes pinta de sabia -dijo Mario-
  • ¿Qué pinta debería tener? - respondió sorprendida la chica.
  • No sé... más vieja, entrañable, quizá ofreciéndome un té...
Ella naturalmente se rió y mirando a Mario le ofreció algo mucho mejor que un té o una mirada entrañable. Le ofreció una historia...

Un hombre decidió viajar para encontrarse a sí mismo. Siempre había tenido un gran problema; se sentía solo e incomprendido. No era feliz en su trabajo, con sus amigos, con sus vecinos ni con su familia. No era feliz porque se sentía fuera de lugar y eso a veces mata ¿no creéis?

En sus viajes conoció a muchas personas y muchos lugares maravillosos. Aún así seguía sintiéndose diferente y extrañamente solo. Seguía intentando seguir las conductas habituales para hacer lo normal y que no le dijeran nada, y eso le mataba y le borraba a golpes sordos la sonrisa.
Por mucho que caminó no encontró solución ni en los desiertos, ni en las praderas, ni en Kénia, ni perdido por miles de pueblos, ni en el fin del mundo.

A veces cuando le costaba respirar le ayudaba rezar y meditar. Pero al final, lo que necesitaba a gritos, era esa mirada que le dijera que todo estaba bien porque él estaba bien, y el mundo con él también lo estaba, aunque girara sin tenerle muy en cuenta.

Unos años después regresó a su casa y se quedó encerrado en el ascensor con una vecina que se había instalado en el piso de al lado. Después del desconcierto empezaron las preguntas, las respuestas, las risas nerviosas y las miradas. Y por primera vez se sintió visto y comprendido. Había respondido sin más y ella le había mirado sin extrañeza ni miedo, le había visto entero, sin prejuicios, sin interferencias...
  • ¿Has entendido? - preguntó la sabia-
  • Creo que sí... -respondió Mario-
  • Mario -dijo ella- Tú eres tú y como tú solo estás tú. Puede que muchos no te entiendan o que no te vean, menos mal que en el mundo no somos todos iguales. Lo importante es encontrar a esas pocas personas que sepan verte y que quieran mirarte, entonces sobrarán las palabras y tu soledad se pegará una torta como la mía hoy en la bicicleta.
Cada uno siguió su camino y Mario se puso música en los oídos. Sonaba lucha de gigantes y Mario se había propuesto muchas cosas nuevas. Entre ellas mirar y seguir mirando, aprender, caer y levantarse. Y alguien le miraría y él recibiría esa mirada. Entonces sobrarían las palabras, y los malos gestos, y todos los lamentos, y las lágrimas negras. Una mirada; a veces solo una mirada.

RODRIGO.

versos y abrazos


Cuando el sueño supera la razón...

lunes, 30 de abril de 2012

Cristi


Cristi se miró las manos y después su reflejo en el espejo. Estaba preparada, se iba a pirineos a subir el posets. 3,375 metros. Así porque sí. Una búsqueda de paz y desaparecer un poco del mundo.

Una semana antes, y mientras fumaba una pitillo en un bar mal iluminado y decorado por un guitarrista borracho y elegante, se puso a pensar de nuevo. Le pasaba de vez en cuando como a Holly (Protagonista de Desayuno con diamantes). Y no entendía demasiado sobre nada de nada. ¿Y con quién hablar? Con nadie. Todos iguales, desde siempre. Expertos en cubatas y fotos sonrientes mentirosas. Cristi odiaba la falsedad y los domingos lluviosos. En realidad cualquier día salpicado con lluvia le hundía un pelín la moral.

Dejando a todos sus acompañantes mecidos por esa guitarra borracha, Cristi salió a la calle a deambular. Se miró el vestido azul y  al descubrir un par de chinas no pudo evitar reírse de su torpeza. Adoraba fumar y no le hacía demasiada gracia ni su precio (del tabaco) ni todas sus críticas tiradas por tirar. Qué falta de compasión tenía la sociedad; escudarse en impuestos a los fumadores y olvidarse de los corruptos y ladrones.

Ella no se conocía. A veces creía que sí. Al menos tenía un libro favorito; canción de navidad. Un color favorito: azul. Un escondite favorito: el tubo de un parque y muchas preguntas que hacer. Nunca demasiadas, por supuesto. Todo esto era mucho más conocimiento que el de la mayoría del resto del mundo sobre sí mismos (da que pensar ¿verdad?).
Muchos estaban, luego estaban, lloraban un poquito y seguían estando. Viajaban, bebían, cantaban, insultaban, se descojonaban y estaban. Algunos se casaban, se separaban, se resignaban o se sentaban, aunque siempre estaban. Estaban por estar, porque al despertarse estaban, y al acostarse y al cumplir años seguían estando. ¿Para qué preguntar cosas?

Cristi sabía que tenía algo que hacer en el futuro. Creía en el amor (que ya es una gran creencia), y eso era un gran principio. Y también en la montaña. Mirar a la nieve sentada mientras un cigarro se consumía o dislumbrar un animal a lo lejos y algunas pisadas. Adoraba la calma pero también sabía soportar las prisas.
Cristi se perdía, como todos, pero con elegancia. Ella era elegante sin quererlo. Como una dama de otro tiempo. Mirada alta y pisadas fuertes. Y muchas sonrisas, siempre, a todo pulmón. Si la miraban, pues eso que se llevaban. Seguro que algo aprendían. En eso consiste observar (en aprender).

Mientras deambulaba y encendía otro cigarro Cristi vio un cartel en una parada de autobús. Salía una montaña nevada y un chico con botas. " Hugo encontró la paz en pirineos" ¿Quién era Hugo? Ni idea ni interés por saberlo -pensó Cristi-. Aún así ella siempre había querido creer en el destino y en sus guiños. Desde niña. Hoy era un buen momento para comenzar, un momento estupendo, claro que sí. 

Cristi se miró las manos y después su reflejo en el espejo. Estaba preparada, se iba a pirineos a subir el posets. 3,375 metros. Así porque sí. Una búsqueda de paz y desaparecer un poco del mundo.

RODRIGO.

versos y abrazos


martes, 24 de abril de 2012

Borrachines, sobrios y aventuras


-  Las derrotas nos hacen fuertes.
- Y nos matan.
- Bueno… Pues las muertes nos hacen fuertes.

Era un bar. Una terraza y una mesa de madera repleta de cervezas vacías. Humo, calor, menorquinas estrenadas y dos borrachines con alegría y sin reloj.
El ambiente decorado por cientos de voces y risas, muchas risas, nunca demasiadas, por supuesto.

Entonces los años no pasaban. Siempre he creído que estar en un sitio donde has pasado muchos buenos ratos, en distintas épocas de tu vida, tiene reglas distintas. Digo, todo se junta, pero solo lo bueno. Lo malo se va a freír espárragos (siempre he querido escribir lo de a freír espárragos).

- ¿Qué lees últimamente? –pregunta uno-
- Sabes que yo no leo –responde el otro-
- Yo me estoy leyendo la hoguera de las vanidades. Ve a por más birra anda.
- Me parece muy bien, lo del libro y esa hoguera. Lo de la birra me pilla lejos.

Al final, y venciendo a la villana pereza (siempre he querido escribir también sobre una villana), uno de los dos se levantó y fue a la barra. El sol no se escondía pero había tregua por parte del viento. Es una delicia cuando sol y viento crean esa brisa que te hace decir (esto es vida).
El camarero vaciaba la mesa y los borrachines callados pensaban que la mesa molaba más llena de botellas. Es un molar absurdo pero es un molar real. Todas las competiciones en esta vida le dan emoción a los asuntos. Y hablar y beber mientras hay brisa es uno de los asuntos más serios que existen. También es un molar muy real.

- ¿Y lo demás? – pregunta un borrachín-
- Sobreviviendo que ya es – contesta el otro-
- Vaya si lo es.

Varios brindis y aparece un sobrio andando con elegancia a través del paso de cebra recién pintado.

- ¡Cuánto tiempo! –dice el sobrio aparecido y futuro borrachín-
- Tú que te escondes… -responden los dos borrachines-
- Las cervezas os hacen fuertes eee –dice el sobrio-
- Y las muertes, y las muertes.

Risas…. Y que corra más tinta y birra, ambas por igual. Todo suma, por supuesto. Para restar ya están los pesimistas, y los tontos, y los rencores y…. mejor que siga corriendo birra.

RODRIGO.

viernes, 16 de marzo de 2012

La calle de las sombras, miedos y poetas


Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.

Cuando Jude era pequeño pasaba horas mirando por el balcón. Daban igual las estaciones y el viento, y el frío y el invierno. Así se hacía fuerte y distinto. Mientras otros imaginaban porterías de fútbol en los portales, él imaginaba miradas y situaciones.

Su calle era larga y estrecha. Si miraba desde su balcón, Jude era capaz de ver el mar, aunque solo los días claros. Por las noches la calle dibujaba sombras y miedos, era un lugar de encuentros y abrazos. La esquina de la calle de Jude creaba vida y postale; dos cafés con terraza regalaban tardes de poesía. Jude lo sabía, e intentaba copiar las frases de los poetas que apostaban a apurar pintas, cigarros y suspiros.

Desde el balcón de Jude el mundo era enorme. Y aunque en el colegio le enseñaran lecciones de geografía e historia, él siempre se quedaba con las miradas, las sombras, los miedo y los poetas. Y los años pasaban. A veces personajes curiosos le saludaban con un toque de sombrero desde uno de esos cafés. Jude respondía inclinando la cabeza, sonreía, y seguía contando miradas mientras soñaba y sentía.

Una tarde de abril Jude se encontraba como de costumbre en el balcón, se miraba las manos y se preparaba para escribir. Le habían regalado una libreta por su noveno cumpleaños. La abrió con calma y después de varios minutos se dio cuenta de que no tenía nada que escribir. Jude miraba el mundo pero no lo aprendía; no lloraba ni reía, simplemente estaba.
Entonces se hizo una promesa, mojó su pluma y la escribió.

A miles de kilómetros Lucy estrenaba un vestido de flores. Estrenaba casa y también estrenaba sentimientos. Ella siempre se había considerado un bicho raro; prefería subir a los árboles, llevar el pelo muy corto y machacar balones en los patios de las escuelas.

Acababa de cumplir ocho años y su madre le había regalado ese vestido y una libreta verde.
Ella no tenía una calle que mirar, su balcón daba a un patio lleno de luces y conductos de aire acondicionado. Por eso Lucy no supo que escribir. Pensó seriamente en cosas y gentes. Y entonces se dio cuenta de que aún tenía demasiado que aprender, se dio cuenta de que algún día iba a encontrar algo que aún no estaba buscando, algo que llenaría su mundo, y haría colorear el gris de las aceras y los portales. Abrió su libreta y se hizo una promesa.

Hoy, quince años después, Jude viaja en un barco a la deriva. En su barco ha conocido a una muchacha que recita canciones y hace temblar las maneras de los oceanos. Lucy, mientras espera y define todas sus maneras, pinta cosas sobre un balcón y un chico fumando mirando con nostalgia al mar. Ambos conservan sus libretas y a veces recuerdan sus promesas.

El mundo se cae a pedazos, cada día se rompe un poco más. Las cosas no avanzan, y las lágrimas (sean negras, verdes o azules), vencen todas y cada una de sus peleas callejeras contra las sonrisas. Los abrazos se pierden y las ventanas se empañan. Quizá todo dependa de la esperanza, de las miradas. Quizá solo nos queden las libretas antiguas y los poemas. Quizá, y repito, solamente quizá, todo lo que queda dependa de las promesas.

Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.


RODRIGO.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Sobre cosas importantes


Me preguntaba mientras fumaba varias cosas importantes. Era una situación algo cómica. Imaginad uno de esos bares repletos en los que la gente compra alcohol barato, en grandes cantidades por supuesto, y de pronto habla de otros momentos que sucedieron, pudieron suceder o sucederán. Un lugar sucio y pegajoso, con cajas llenas de botellas vacías como complemento, y cuartos de baño con peligro de convertirse en piscina con el transcurso de las horas, los intentos de venderte mecheros, llaveros y calcetines. Allí donde la música la crean los brindis y los vasos rotos, donde a veces se cuela poesía entre grito y grito.

Ella me preguntaba cosas importantes, y eso que solo bebe cuando fuma y fuma cuando quiere descoser sus convicciones aprendidas, es como un ritual. Para charlar de filosofía ni café ni té; mucha nicotina y alcohol barato. Movía las manos, me daba la impresión de estar meciendo muchos hilos, como intentando equilibrar cada una de sus palabras.

Se encendía otro cigarrillo tirando el humo hacia arriba con mucha clase, y seguía haciendo preguntas importantes. Nunca me dejaba tiempo para responder, aunque no hubiera tenido nada que decir. Cada día que pasa me desconcierta todo un poco más. No sé si me pasa solamente a mí, pero yo ya no aprendo nada, solo hago que no entender el mundo que piso. Los de la mesa de al lado comenzaron a subir el tono más de lo habitual hasta que un puñetazo intentó zanjar el asunto. ¿Conclusión? batalla campal y sálvese quien pueda.

Despedida rápida y último cigarro en su portal. Se acaban las preguntas importantes, se termina mi papel en esta película. Supongo que dentro de un par de meses se comprará otro paquete de tabaco, reunirá algunas monedas y a la hora de ahogarse en todos sus charcos, vasos, vidas, trabajos y pasos diarios me volverá hacer preguntas. Preguntas sobre todo lo que nadie entiende. Sobre la vida y las miradas. Sobre cosas importantes.

RODRIGO.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Nunca, siempre y pasear; de cualquier mano.

Nunca aprendía a no temblar, era una puta manía, o maldición, o como quieras llamarlo. Al encontrarme a Mariola mi vida entera temblaba, se sacudía, a veces moría, no lloraba por no llamar la atención.

Era de noche y los saludos me mataban, era muy absurdo, pero solo se me ocurría pasear. La distancia con ella creaba nostalgia y lástima , me sentía como un coche rodeado de camiones y aunque esta comparación suene estúpida, me quitaba ganas y trozos de vida, poco a poco, lentamente, como una sinfonía de Bach; fuerte y débil, definitiva...

Llegué a casa y me puse a escribir, iba borracho, como colofón a mis circunstancias; que vivan los poetas torturados y desplazados, con vino y declaraciones sin respuesta a las farolas, hablar por hablar mientras callo, llorar por llorar. Así me encontraba yo; solo y más solo, rodeado y mas solo, gritando y más solo todavía.

Londres estaba oscuro, y eso que está lleno de farolas y de bares abiertos 24 horas, a mi todo eso me daba igual. Si me hubieran regalado un color, si a Jorge le hubieran regalado alguno hubiera sido el gris, sin duda alguna, si mi alma compitiera a ganar arco iris no hubiera tenido ni una oportunidad. El gris, como ya sabes está pasado de moda; es como los pantalones de campana, o mis palestinas de colores, o mis ojos rojos o verdes o marrones según mis espejos anticuados.

Llegué a casa y continué escribiendo pensando en ti, sin Mariola ni caídas, intentando dar un paso grande entre tinieblas, no es fácil ¿sabes? Caer es demasiado común en mi vida, te sorprenderías si vieras todas las veces que me estampo, nadie me sujeta, y duele, y ni los pianos me anestesian... es dolor puro, si rabia, es dolor de alma, de violines rotos, de gritar.

Exclamé un yo solo quiero, una y otra vez, y la pereza y sus amigos Quique Gonzalez y Andrelo me apagaron el alma y me susurraron al corazón. Así logré la calma, así y con canciones del árbol de la vida. Mallick me reconforta, otras maneras de ver el mundo me tranquilizan, mecen y planean.

Y con calma y con suspiros busqué a la rosa que el principito protegía, no sabes lo que me aturde ese libro, ni mil pozos ni serpientes, logro volar y ver más allá. Y Sarah Chang y su Vitali Chaconne; que viva ella y sus ganas de transpasar fronteras.

Fumaba, fumo, me voy al presente. Como mi lámpara media rota y mi tercer cigarro, me encantan los comienzos sin remiendos. Recuerdo historias que nunca supieron empezar y me apuesto a mi mismo lo que sea por saber administrar principios. Siempre los principios, las fotos, los encuentros, las miradas, mi buena suerte por andar y no caerme, mis ganas de sonreír sin pagar nada a cambio.

Suena ella, de nuevo un violín con cuerdas afinadas, sin tantas lágrimas ni cartas llenas de veneno, un principio y una mano que me acompañe, siempre una oportunidad para el chico de la barra que fuma y escucha las canciones tristes o hermosas. Siempre un siempre. Y espero que después de todo esto, y aunque no me lo merezca, siga viniendo otro siempre.


RODRIGO.

viernes, 26 de agosto de 2011

El callejón Croce


Bajo caminando por el callejón Croce. Cuento mientras silbo unos cincuenta garitos, cada uno pintado de un color, suenan cincuenta canciones distintas; se respira jazz, se engrandece el blues y se saborea el rock and roll, del bueno, puro, sin rabia.

No soy músico, quizá un futuro soldado musical de cerveza en mano y sombrero inclinado, nada del otro mundo. Solo es un quizá, por ahora mientras me dejen vagabundear por el callejón sin decirme nada ni ponerme mala cara no hay ningún problema, es un buen trato; yo alimento a mi alma y a cambio ellos tienen a un posible soldado callado, discreto y con ganas de aprender el oficio, gran consumidor y en ocasiones agradable conversador.

Lo de convertirme en soldado es una manía que tengo desde niño, está relacionada con la persona que me enseñó casi todo en este mundo, pero es una historia que prefiero dejar para otro momento. No quiero aventurar ni estropear nada, ni soy adivino ni lo pretendo, así de simple.

Lo más importante es que hoy tengo una entrevista con un tal Max en el garito mas lúgubre de todo el callejón, el lugar en cuestión se llama Tin y esta un rincón maloliente y mal iluminado; llevo bermudas, camiseta, mis ray- ban, unos nervios increíbles y obviamente he llegado cinco minutos antes para intentar causar buena impresión.

Estoy aquí simple y llanamente porque me han dicho que si quiero avanzar algo en este mundillo solo puede ser a través de él. Me da algo de miedo, porque aunque tengo mis contactos y además son muy buenos, de enemigos no ando muy escaso y nunca se sabe muy bien cuando van a tratar de tenderte una trampa, yo por lo menos nunca me entero, cada cual tiene sus habilidades.

Ya habrá tiempo para contar mis líos y aventuras, aunque por supuesto y de antemano me declaro inocente de casi todo lo malo que se diga por ahí en mi contra, de algo supongo que tendré la culpa y quiza sea discutible e incluso admisible, creo que es algo inevitable. Pero que me tumben sin pelear no es una circunstancia que considere, sinceramente.

Carraspeo, me intento alisar la camiseta, enciendo un cigarrillo y me acerco a la barra preguntando por Max. A cambio nadie me hace ni caso, genial, es un gran comienzo. Me encantan los comienzos. Humo y pensamientos.

RODRIGO.

viernes, 22 de julio de 2011

NEW YORK: metro y niebla

Basado en un momento real:

Me gusta que estés a mi lado. No creo que entiendas ni una palabra de lo que estas mirando, porque aunque parece que no me de cuenta se que me miras de reojo, tu libro de Tarquin Hall sigue por la misma página, casi invento tu nombre, hoy no soy valiente.
Tienes las uñas pintadas de rojo, algo descoloridas, y un anillo con forma de mariposa, plateada, que en cualquier momento parece que vaya a echar a volar. Sigues mis dedos, mis teclas, mis latidos. Allá de donde vengas; suenas como el mar," you sounds like the sea", lo he puesto en inglés, quizá ahora mientras continuas mirando lo entiendes, puede que no. No notas mi sonrisa, solo el vacío que desaparece en la pantalla con cada una de mis palabras, esculpidas y derramadas. El caso del hombre que murió riendo, así se llama el libro que lees, lo he traducido, a saber como lo he hecho, aunque este nombre resulta bien bonito.

Pulsera marrón, pelo negro, sandalias blancas, falda vaquera, blusa azul, todos ellos comandados por tu mirada, NUEVA YORK. Y tu intentando descifrar el castellano, quizá lográndolo o imaginando mis palabras en tu oído izquierdo, que sean susurros solamente depende de ti. En tu mano izquierda sostienes propaganda, yo tengo los bolsillos llenos, resulta que me gusta echar un vistazo cuando me preparo y me da por matar ratos. ¿En qué piensas y en qué bailas? ¿viajas siempre en metro o prefieres las aceras? ¿vives aquí o solo estás de paso?

Se que desaparecerás junto a tu reloj con forma de flor de loto que cuelga fascinado, mecido y aturdido de tu cuello; tienes un porte fino y elegante, pareces un cisne de papel capaz de surcar todos los cielos, me recuerdas a una escena del viaje de chihiro; la mente y esas cosas. Sigues sin pasar de página pero yo me tengo que bajar aquí... Cerca del agua, como tus maneras y sonidos, como el beso que darías si esta ola supiera yo romper ¿Sabe usted señorita? Hoy en Cony Island se camufla la niebla, y asi jugar, encontrarnos con las manos y los ojos cerrados.

RODRIGO.

martes, 21 de junio de 2011

El posets


  
Jamás pensé que mi imaginación fuera capaz de subestimar de una manera tan escandalosa a una obra de la naturaleza inmensa, hermosa, silenciosa y blanca. No creer en mirar hacia abajo y recordar que a veces vale la pena subir hasta las nubes, para bajar unas cuantas horas más tarde a la tierra donde habitan todos los mortales.


Escuchar el silencio y hacer marcos y fotos con las manos.
Como echar a volar sin alas y buena compañía.

RODRIGO.
                                                      

lunes, 6 de junio de 2011

Como una pequeña botella varada en la orilla


No le importaban las miradas, los comentarios o los insultos. Desde hacía tiempo todo eso había perdido todo el sentido. Odiar por odiar o vivir acostumbrado a encogerse de hombros no tenía ningún significado.

Desde el principio todo el mundo había fingido indiferencia; fingido seguro, sufrido quizá, depende de cada uno de los pacientes y su droga. Aunque todos nos equivocamos más veces de las que acertamos, reflexión, desencanto y nuevas botas para seguir caminando; por caminos de tierra, cemento o aquellos pocos transitados, el truco es seguir caminando. Cada cual a su manera ofreciendo la mano a las personas buenas o malas que uno pueda, quiera o descubra.

Siempre había sabido que todos aquellos que esperaban con la piedra en la mano ante cualquier fallo eran jueces crueles y sin autoridad. A él nadie podía decirle, y menos explicarle, que si le gustaba el blanco no podía ponerse una camiseta negra de vez en cuando. ¿Qué tiene que ver la libertad a la hora de pensar con las maneras, o la ropa, o la compañía?

De vez en cuando se sentaba a solas en su escondite rodeado de agua; soledad y buenos compañeros musicales; antes, solo sabía escapar de aquella forma mientras garabateaba versos sin sentido en su libreta azul.
Ahora, subido a aquella pared de la plaza y mientras asumía esas circunstancias, todo lo demás no importaba. Había gargantas que le apoyaban, manos al aire y ganas de algo distinto, una elección, quizá una pequeña victoria para las almas.

También pensaba en ellos, aunque por una vez de una manera noble y digna, quizá nadie le creería jamás, puede que ni él mismo, pero (siempre hay uno) por por un instante y estando muy concentrado había logrado ver corazones resplandeciendo alrededor de todo el planeta; viviendo y pensando, cayendo y avanzando. Quizá otro mundo si que era posible.

Pero al final, como muchas historias, parece ser que todo se rompió, como una pequeña ola, como una botella que se queda varada en la orilla; retrocediendo y chocando contra la orilla una y otra vez.

Rodrigo.

jueves, 19 de mayo de 2011

La farola rota; sin nombre ni identidad.


Porque me gusta verte pasar, andar, fingir elegancia y demoler aceras. De rojo, blanco, amarillo o colores imaginarios; mientras seas tú, las luces del techo parpadean asustadas.

Hiere, calla y déjame tranquilo. Como siempre hieres pero con caricias. Mátame con la mirada, algunos cuchillos oxidados están pasados de moda. Ni antifaces ni armaduras; que se prohíban por un día los recuerdos salpicados de pasado. No me pases todas tus dudas; resulta que a mí, el que dirán, últimamente me parece un cuento chino y me da bastante igual.

Ni soledad ni canciones escuchadas con la luz apagada; todos saben que los versos bonitos están fabricados por bonitos poetas; con suerte, esos hoy no me sirven, duermen tranquilos y a gusto, sin latidos irregulares ni sobresaltos.

Necesito que hoy me atraquen tus lágrimas, tus latidos, gritos e impertinencias. Déjame beber y asumir todas las culpas; tuyas y de quien sean; aunque sean regadas con sal o aliñadas con metralla. Brindar por el silencio al que nunca conocí, por las batallas que perdí sin enterarme y los trenes construidos sin memoria donde te dibujé como pasajera; por ser protagonista, guionista, productora y cómplice en sueños imposibles y tragedias.

Sin despedirme ni acordarme. Porque escribo sin saber si para alguien tendrá algún sentido, preguntándome sin parar sí al disparar con los ojos cerrados alcancaré en pleno pecho a algún objetivo. Un comentario que intenta responder a las letras como si solo fueran simplemente formas o bailes pactados; olvidando al corazón y a todos (que son millones) sus jodidos sentimientos.

Sueño con un violín que pare el tiempo y congele tus ojos marrones, y así hablar con ellos, susurrarles todo lo que queda; mecerlos, convencerlos, secarlos, mimarlos; y aunque odie los quizá y jugando a una apuesta arriesgada, aprendérmelos y para siempre, PORQUE CREO QUE A VECES EXISTE, quererlos, si, así, sin más, aunque pueda perder y caer profundamente, hasta que nuestro abrazo aguante.

RODRIGO.

viernes, 6 de mayo de 2011

El poeta


El poeta se paró en seco, cogió todas sus libretas, borradores, artilugios y servilletas de papel y las tiró a la basura, con ganas, clase y alevosía. Recorrió con calma el dial de la radio hasta sintonizar máxima FM y se puso a bailar como nunca antes había bailado.

Por una vez arrancó fotos y poemas de su corcho y dejó a su corazón tranquilito en su casa, con unas cañas bien frías, un pitillo liado con maestría y un disco de reggae. Hoy y para siempre el mundo si que es suficientemente grande para los dos, o los tres, o para todos los que haga falta.

Salió de casa y tomó aquellos caminos que una vez se había jurado no volver a tomar. Recorrió portales y recuerdos, y aunque olvidó todas las armaduras en casa, ninguna bala ni palabra logró alcanzarle, ni siquiera rozarle, ni acariciarle…

El poeta se paró en seco y decidió ponerse en huelga de nostalgia y tristeza. Rechazó las pausas y latidos, y con mano dura, arrancó todos los nudos que a lo largo de los años la tinta negra había edificado en su alma. Ni reproches ni fracasos, ni soldados ni princesas; mejor garitos y torneos de cerveza.

Por una vez el poeta se relajó, se rió de todas las caidas y sus piedras y no pensó en nada; solo en blanco, o quizá un poco en verde.

Salió de casa cargando solo con las cosas buenas y dejando en la cuneta a todas las malas; con mordaza y cadenas incluidas, hay que ser precavido, por supuesto.

El poeta se paró en seco y contó las monedas que tenía en el bolsillo. Un tren, o quizá un autobús, o puede que una bicicleta amarilla y robada. Daba igual, no había interferencias, no había desastres ni promesas lanzadas al viento. Bailar bajo la luz de la luna, en cualquier lugar del mundo, inventar historias, plazas y sueños; avanzar, observar, regalar, CREAR.

RODRIGO.

jueves, 14 de abril de 2011

La sensación


Al chocar dos olas con todas sus fuerzas, después de haber recorrido multitud de años, experiencias, caídas y malos recuerdos. Una de las dos tiene que caer y desaparecer bajo el poder de la otra.

La tarde del catorce abril de 1878 comenzaba a pintar sombras, cuando María descubrió que llevaba treinta y cinco días llorando sentada en las rocas de la playa. Siempre se sentaba a treinta y cinco pasos de la orilla del mar, era una costumbre bastante extraña, pero alguien le había dicho alguna vez que esa era la distancia que separaba al amor de la locura; y para ella había sido una gran explicación digna de una tarde de reflexiones y poetas con gafas de sol.

María antes escribía cartas sin parar. Adoraba los folios de colores y ocultar palabras dentro de cada uno de sus textos; cuando las palabras no duelen es impresionante jugar a ordenarlas, marearlas y saborearlas.
Echaba terriblemente de menos el sentimiento de paz. Tumbarse en la arena, en la hierba o en un tejado a observar el mundo pasar sin tener nada más en cuenta; pero eso ya no sucedía desde hacía tiempo. Y lo lo más desconcertante y molesto era que María no sabía muy bien porque su paz había hecho las maletas y se había largado a otro lugar sin previo aviso, despedida o consideración.
Un día María se levantó con cara de pocos amigos y todo lo demás fueron preguntas del tipo - ¿te pasa algo? , ¿te encuentras bien?- y respuestas simpáticas como - déjame un poquito tranquila, o, bueno,  aunque no te importe demasiado voy sobreviviendo que ya es bastante-. Aquel día fue un triste principio, y la comprobación de que supuestamente María tenía de todo, pero en realidad no tenía de nada. Había jugado tanto a contentar a los demás que al final había olvidado aprender todas las cosas que su alma necesitaba para no quedarse gris y pachucha.

Por eso el mundo se derrumbaba y sus lágrimas perfeccionaban su caída lentamente, poco a poco. Los bailes solo sucedían en lugares lejanos y los carruajes mataban al silencio, al rugido de las olas y a las brujas con paraguas...
María comenzó a dejar de fingir que sonreía, porque además, siempre había sido una actriz bastante pésima, y para fingir ya había demasiadas personas deambulando por el mundo. Dejó también de peinarse, de quererse, de mimarse, de aconsejarse y de cuidarse. El tiempo se sumergió y María junto a sus rocas y el mar desapareció aparentemente del mundo.

¿Habría perdido o recuperado la cordura?

Treinta y cinco días después una guitarra desgarradora la sacó de su escondite. El sol comenzó a brillar con más intensidad que nunca haciendo nadar a las gaviotas y volar al agua cristalina.
Por ahora el mundo entero respiraba, se despertaba. Y agitándose y temblando María se giraba mientras la voz que acompañaba a esa guitarra comentaba.
  • Cuanta paz se respira hoy por aquí, ¿verdad?
  • Eso parece -respondía María-  Por cierto ¿Cómo te llamas?
  • .....

RODRIGO:

viernes, 8 de abril de 2011

Bailar

  • Me muero de ganas.
  • ¿De ganas de qúe?
  • Pues de bailar contigo, a veces haces cada pregunta...


RODRIGO.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Día de regalos

Te regalo una guitarra que siempre tocará bien, acompañada del sonido de un piano de marfil y un violín con forma de sauce. Para que cantes al olvido y lo domestiques hasta hacerlo tuyo

Te regalo el cielo y sus estrellas amarillas, sus galaxias, sus planetas, sus suspiros. Para que bailen a tu antojo y con tu dedo puedas dibujar corazones con forma de libros de misterio, en forma de labios que siempre besarán bien.

Te regalo un pincel con la forma de tus caderas donde puedan dormir los artistas moribundos, con el que puedas pintar alegría espumosa y sonrisas bien decoradas.
Para que pintes bailes de mascaras venecianas, gondoleros amables, canales sin final, amaneceres en el día, atardeceres en la noche, y abrazos guapos aunque mal disimulados.

Te regalo un bolígrafo bic azul con acabados en sueños imposibles. Para que escribas sobre lo que nadie jamás pensó, para que escribas sobre ti y tus viajes, tus actuaciones y aplausos, tus pausas y latidos, tus días maravillosos, tus andares demoledores, tus susurros encantadores. Para parar el tiempo y pintar todos los ojos rojos del mundo de color azul.

Te regalo una almohada con puños cerrados de rabia. Blanca, gris, negra, amarilla y VERDE.
Para que al apoyar tu cabeza en ella el racismo caiga en el olvido, la pobreza se convierta en dicha y la rabia sea sustituida por abrazos aparentemente pactados.
Para que flotes y mires hacía abajo con gesto burlón a las almas con peso de ignorancia, como la mía.

Te regalo una plantilla con la palabra PERDÓN, para que mis errores no parezcan tan graves y tan repetitivos. Y una piedra gigante con aspecto malvado para que puedas entender porque siempre tropiezo en el mismo sitio, y por mucho que admita que aprendí a saltar con los ojos cerrados sepas que probablemente me caeré haciendo mucho ruido.

Te regalo mis manos, mis años, mi cocina, mis cuadros mal pintados, mis fotos en las que sale mi pasado y mi alma turbada.
Te regalo mis bufandas, mis zapatos, mis libretas mal escritas, mis tesoros no enterrados, mi arena de desierto y mis cartas perfumadas.

Te regalo mis temblores y miradas, dos sonrisas tiradas a medias contra tus cimientos y maneras. Un beso con sombrero en la mano y uno apasionado bajo cuatro gotas frías asentadas en tu portal. Tres bailes agarrados y treinta y cinco ataques de risa de esos que no tienen explicación ni remedio.


RODRIGO.

martes, 22 de marzo de 2011

La caja


Guardada en un armario de mi habitación tengo una caja de zapatos medio rota que me da miedo mirar.

Aunque aquel día iba a estar tatuada en el cielo la luna más grande de los últimos dieciocho años, y aunque el día mundial de la poesía se aproximaba, nada había cambiado. La vida seguía dando lecciones a base de palabras huecas. Y supongo que a fuerza de ver cosas una y otra vez las íbamos haciendo propias e incluso normales.

Ya no me molestaban los autobuses rojos e incluso podía rescatar algunas canciones que antes me ataban el estómago de cuatro maneras diferentes. Ya daba igual dejar de escribir cartas en mi mesa de madera blindada, ni significaba nada escribir historias de ficción en un aeropuerto de Amsterdam, o Londres, o del fin del mundo.
Había olvidado imaginar lugares; viajes y bastones, robos y sombreros.

Me despisté a la hora de escribir canciones mientras las iba escuchando, y creo que me robaron ese pequeño don que tenía para descubrir tristezas e intentar remendarlas. Ya no supe regalar aviones de papel ni escribir pequeñas notas que lanzaba al viento dirigidas hacía alguna ventana. Quedaron muy lejos esos momentos en los que cada cosa que rozaba mi alma me susurraba un futuro baile, o un regalo rodeado con un lacito rojo. Y por si fuera poco, ahora utilizo paraguas y tengo a mi pobre ventana algo olvidada.

Se murieron mis ganas nocturnas de playa, y me comenzaron a molestar las hojas marchitas que los arboles tiraban al suelo intentando borrar el color gris de las aceras. Me caía si intentaba caminar leyendo por la calle y se me trababa la lengua si me daba por recitar versos de mi amigo Gustavo, como si a veces fueran mios. Perdí muchas novelas a cambio de risas en la televisión, para dejar un poquito en paz a mis neuronas y sus consecuencias. Opté por no perderme, para no repetir la tarea de encontrarme y llevarme sorpresas al situarme frente al espejo.

Aún así, no me hagáis demasiado caso. Resulta que de vez en cuando, cuando voy a buscar algunas cosas que no se donde he metido, me topo con un pequeño armario que custodia una caja. Y entonces me pongo a bailar, a recordar y a sonreír ( cada vez en un orden distinto). Y se me ocurre que, si en realidad recuerdo y recito todo aquello que olvidé hacer, es simplemente porque me falta práctica y entrenamiento, detalle que con tiempo se supera.

Porque como alguien me dijo alguna vez : La vida da muchas vueltas. Y como ahora digo yo: y tendremos que estar bien preparados, para lograr escuchar a través de tanto ruido.

Guardada en un armario de mi habitación tengo una caja de zapatos medio rota que me da miedo mirar


A tí, que hoy es un gran día para sonreír.


RO.