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lunes, 30 de abril de 2012

Cristi


Cristi se miró las manos y después su reflejo en el espejo. Estaba preparada, se iba a pirineos a subir el posets. 3,375 metros. Así porque sí. Una búsqueda de paz y desaparecer un poco del mundo.

Una semana antes, y mientras fumaba una pitillo en un bar mal iluminado y decorado por un guitarrista borracho y elegante, se puso a pensar de nuevo. Le pasaba de vez en cuando como a Holly (Protagonista de Desayuno con diamantes). Y no entendía demasiado sobre nada de nada. ¿Y con quién hablar? Con nadie. Todos iguales, desde siempre. Expertos en cubatas y fotos sonrientes mentirosas. Cristi odiaba la falsedad y los domingos lluviosos. En realidad cualquier día salpicado con lluvia le hundía un pelín la moral.

Dejando a todos sus acompañantes mecidos por esa guitarra borracha, Cristi salió a la calle a deambular. Se miró el vestido azul y  al descubrir un par de chinas no pudo evitar reírse de su torpeza. Adoraba fumar y no le hacía demasiada gracia ni su precio (del tabaco) ni todas sus críticas tiradas por tirar. Qué falta de compasión tenía la sociedad; escudarse en impuestos a los fumadores y olvidarse de los corruptos y ladrones.

Ella no se conocía. A veces creía que sí. Al menos tenía un libro favorito; canción de navidad. Un color favorito: azul. Un escondite favorito: el tubo de un parque y muchas preguntas que hacer. Nunca demasiadas, por supuesto. Todo esto era mucho más conocimiento que el de la mayoría del resto del mundo sobre sí mismos (da que pensar ¿verdad?).
Muchos estaban, luego estaban, lloraban un poquito y seguían estando. Viajaban, bebían, cantaban, insultaban, se descojonaban y estaban. Algunos se casaban, se separaban, se resignaban o se sentaban, aunque siempre estaban. Estaban por estar, porque al despertarse estaban, y al acostarse y al cumplir años seguían estando. ¿Para qué preguntar cosas?

Cristi sabía que tenía algo que hacer en el futuro. Creía en el amor (que ya es una gran creencia), y eso era un gran principio. Y también en la montaña. Mirar a la nieve sentada mientras un cigarro se consumía o dislumbrar un animal a lo lejos y algunas pisadas. Adoraba la calma pero también sabía soportar las prisas.
Cristi se perdía, como todos, pero con elegancia. Ella era elegante sin quererlo. Como una dama de otro tiempo. Mirada alta y pisadas fuertes. Y muchas sonrisas, siempre, a todo pulmón. Si la miraban, pues eso que se llevaban. Seguro que algo aprendían. En eso consiste observar (en aprender).

Mientras deambulaba y encendía otro cigarro Cristi vio un cartel en una parada de autobús. Salía una montaña nevada y un chico con botas. " Hugo encontró la paz en pirineos" ¿Quién era Hugo? Ni idea ni interés por saberlo -pensó Cristi-. Aún así ella siempre había querido creer en el destino y en sus guiños. Desde niña. Hoy era un buen momento para comenzar, un momento estupendo, claro que sí. 

Cristi se miró las manos y después su reflejo en el espejo. Estaba preparada, se iba a pirineos a subir el posets. 3,375 metros. Así porque sí. Una búsqueda de paz y desaparecer un poco del mundo.

RODRIGO.

versos y abrazos


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