A unos treinta y cinco pasos apareció una silueta de señorita que me dejó en estado agudo de melancolía.
Ella llevaba un gorro gris, y una bufanda del mismo color. El resto de la ropa no recuerdo como era. Porque aunque resulte extraño, a mi cabeza solo le da la gana almacenar colores de cuello para arriba, es un extraño suceso del que ya hablaremos otro día.
Fueron sus andares y sus maneras lo que me hicieron torcer el gesto y recordar mis cuantiosas, constantes y desafortunadas meteduras de pata. Meteduras que aunque a veces creo justificadas por esa droga llamada romanticismo… (Recuérdese la frase: por eso el amor es ciego y siempre le acompaña la locura), siguen siendo demasiadas meteduras de pata.
Pero no sé. El tiempo a veces borra lo malo, o al menos nos da un punto de vista más objetivo, si es que eso existe. Y puede que me diera por pensar en esa leyenda urbana que habla de las segundas oportunidades.
Igualmente lo decidí; Después de todo. Aquella historia y sus consencuencias ya había sido mecida y puteada por varios años, fracasos, recuerdos mezclados-no agitados y abrazos endulzados con lágrimas.
Cada uno debía de haber librado en todo este tiempo numerosas guerras y por lo visto ninguno de los dos había sido vencido; Quizá herido, puede que de muerte, o puede que de vida. (es una herida muy novedosa que aún no está prefeccionada)
Suspirando aceleré el paso, nervioso y recordando: Su sueño viendo un coche desde una ventana, algún barco, algún parque, alguna canción…
Llegué a su altura y agarrándola suavemente del hombro hice que se girara.
- Hola –dije mientras al ver sus ojos me preguntaba si de verdad era ella, al fin y al cabo solo la había visto de espaldas-.
- Perdona, ¿te conozco? -me respondió-.
- Pues, para empezar déjame decirte que tu gorro es realmente bonito, y respecto a tu pregunta…
Yo también chuto hojas mejor que balones...
ResponderEliminarla pobre chica se quedaría un poco asustada no?? puesto que no te conoce ¿no?