- Cuéntame lo que pasó... - insiste una vez más el señor con gafas y el pelo sin peinar-
- No me gusta hablar de eso -contesta el muchacho con algunas canas en el pelo-
Hoy es la primera vez que el muchacho abre la boca y dice algo coherente en trece días. Es uno de esos días en los que amenaza con descargar lluvia. Aunque por aquí, las amenazas no se suelen hacer realidad, para que no nos acostumbremos a la lógica, supongo. El señor con gafas no se va a dejar intimidar esta vez por las respuestas vagas del muchacho. Saca su libreta y la abre por la página trece; hoy es el décimo tercer día que se reunen, siempre en la misma habitación, siempre uno en frente del otro.
El aire huele a tabaco, aunque hace mucho tiempo que nadie fuma aquí dentro. Pero es como si el pasado, el futuro y el presente no tuvieran cabida en estas cuatro paredes. Se siente el dolor; el suelo está mojado por miles y miles de lágrimas; antiguas, recientes, y algunas que aún faltan por derramar. Solo hay una ventana; es vieja y siempre parece sucia, no parece que se pueda romper con el puño...
- Cuéntamelo -insiste otra vez el señor con gafas y el pelo despeinado-
- Bueno... está bien - contesta el muchacho- aunque usted, al igual que todos los demás, creerá que estoy loco.
- Eso nunca lo sabrás si no me lo cuentas.
El muchacho suspira. Cierra los ojos, y luchando por no llorar comienza a hablar:
- La primera vez que la vi me pareció muy hermosa...
Rodrigo.
HERMOSO HERMOSO Y MÁS HERMOSO~
ResponderEliminarMe sorprendió el final y relamente me llegó.
Saludos!
Hola Rodrigo!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, me gustaría seguir leyendo la historia!! podrías continuarla! la verdad es que escribes muy bien, voy a seguirte por el blog
un beso
Que guay, Rodrigo, no me espera esa última frase!!
ResponderEliminarPD: Soy José Carlos XD