A LUCÍA:Cuando Lucía apareció, todas las horas de mi vida se pusieron de acuerdo para que ella fuera un recuerdo que nunca olvidar.
Había una vez en un pueblo llamado Chulilla, una chica que movía los hielos de los cubatas de ron con gracia y soltura, ejercía de revolucionaria que en vez de balas disparaba con abrazos, y soñaba con trabajar como futura relaciones de Pachá.
Por otro lado, y en otro lugar del mundo, existía un muchacho que se creía un poco importante, aún no lo era, pero todos sabemos que era un presumido con un pelo excepcional. Era un muchacho acostumbrado a no caerse, y si se caía no le costaba levantarse. Jugaba con sonrisas, y no le importaban demasiadas cosas mientras supiera dormir con tranquilidad por las noches.
La muchacha se llamaba Lucía y me salvó. Ella no lo sabe, y espero que nunca se entere.
Siempre la pongo como ejemplo cuando hablo de brujas buenas y chicas bonitas. Siempre explico que es la única persona que conozco que sabe perdonar de verdad, sin cuchillos. A veces se ponía triste cuando algunos no la comprendían, pero sin saberlo me alegraba con mensajes hermosos y mágicos. Se caía y se levantaba, y sobre todo ella siempre estaba.
Me contaba la verdad y me aconsejaba. En los buenos momentos, y sobre todo en los malos, cuando nadie sabe ni quiere ayudarte a volver a volar. Y aunque volviera a decirle que no haría una cosa y después la hacía ella lo comprendía; sin orgullo, sin rabia. Incluso cuando ella se merecía algo y lo recibía otra persona que no había hecho ni un mínimo esfuerzo para merecerlo.
Y algo que admiraba: solo ella sabía ver cosas que los demás no sabemos, sabía ver los corazones de las personas...
Había una vez una futuro abogado que defenderá al mundo de la tiranía y la corrupción. Un gato que miraba con hambre una pecera repleta de peces. Una partida de cartas rodeados de un palacio que fabricaba música. Y una brújula dorada que controlaba nuestras pulsaciones mientras desaparecían palomitas de maíz.
Erase una vez una amistad que bailaba cómo una marea, una que siempre vuelve a la orilla del mar.
Erase otra vez una amistad, que cueste lo que cueste, también será.
Erase por última vez; el beso más grande del mundo y el felicidades más grande del universo.
Cuando Lucía apareció, todas las horas de mi vida se pusieron de acuerdo para que ella fuera un recuerdo que nunca olvidar. Ro.